El comportamiento del comercio exterior agroalimentario se traduce en unas importaciones de unos 55.000 millones de euros y unas exportaciones de más de 70.000 millones. Este mercado constituye un dato clave no solo para conocer el funcionamiento de la industria agroalimentaria, con más de 30.000 empresas y medio millón de trabajadores, sino también para el desarrollo de la actividad agraria de las más de 300.000 explotaciones profesionales que existen y el sostenimiento del territorio rural. Del comercio exterior, en una actividad cada día más globalizada, depende un futuro diferente para las producciones, para los precios de los mercados, para la rentabilidad de las explotaciones y, a la postre, para el cierre o la viabilidad de las mismas en función de su competitividad. Razones todas ellas por las que se trata de una actividad a tener en cuenta de una forma prioritaria y permanente a la hora de analizar o programar la política agraria.
En relación con los demás países comunitarios, desde la perspectiva española en el comercio exterior resalta fundamentalmente la temporalidad y estacionalidad de la oferta de las producciones de frutas y hortalizas. Para el conjunto de las producciones agrarias, destacaría su capacidad para competir en unos mercados abiertos a todos los Estados miembros y al exterior.
Sin embargo, frente a lo que sucede en el marco de la Unión Europea, en la relaciones con terceros países la situación está marcada por los acuerdos bilaterales que facilitan sus exportaciones agrarias al mercado comunitario como moneda de cambio para abrir exportaciones de bienes industriales de Bruselas a esos mismo países. En otras palabras, sacrificar el campo por la industria. En ese escenario, las importaciones de los productos agrícolas de esos territorios hacia los países comunitarios -entre los que destacan los cereales, el azúcar o carnes como el vacuno y el pollo- disfrutan de una autopista, todo son facilidades, para entrar en la UE. Por el contrario, los productos comunitarios solo encuentran caminos con baches para acceder a esos mercados, al margen de las reglas de juego marcadas por Organización Mundial de Comercio. Las exportaciones españolas, a falta de otros argumentos en contra para frenar su entrada en terceros países, se topan con falsas barreras fito o zoosanitarias, cuando no con largas tramitaciones en las fronteras que, a la postre, hacen que los exportadores españoles desistan de entrar en esos mercados por el riesgo de perder mercancías atrapadas en las aduanas.
Esta situación se ha producido en diferentes ocasiones y con productos distintos, no solamente en las fronteras de terceros países menos desarrollados, sino también en otros como Japón, China e incluso en Estados Unidos, con cargamentos de naranjas bloqueados en los puertos por la presión de los productores de California. Algo parecido ha llegado a ocurrir con el aceite de oliva por el peso de otros intereses ligados a los productores del norte de África o por los de los italianos dominando la distribución con producto de ese país.
Junto a las dificultades para aumentar la colocación de nuestros bienes agroalimentarios en el exterior, la evolución de las producciones y su comportamiento en el mercado interior se halla igualmente marcado por el desarrollo de unas importaciones que van en aumento con un efecto negativo sobre los precios. España y el resto de la UE constituyen un gran mercado para el consumo, no solo para la oferta que interior, sino para las producciones procedentes de terceros países en función de su estacionalidad o simplemente por proceder de latitudes con otro clima.
Puntales.
Cabe destacar el comportamiento de algunas de las producciones más significativas por su peso, negativo o positivo, sobre los mercados, tanto si hablamos de ventas al exterior como de importaciones. A la cabeza, el sector de frutas y hortalizas, con una exportación de más de 11 millones de toneladas y unas importaciones de poco más de cuatro. El sector tiene un claro enfoque hacia el exterior.
En la parte positiva también hay que remarcar la posición del sector del porcino, con una producción en aumento permanente hasta superar los cinco millones de toneladas y unas ventas en el exterior ya por encima de los tres millones de toneladas. Al descenso en la compra de China por razones internas en sus estrategias políticas el sector ha sido capaz de responder abriendo otros mercados para dar salida a la producción de sus más de 80.000 granjas, que sacrifican más de 30 millones de cerdos anualmente.
Sin salir del sector ganadero, se debe subrayar el comercio en la avicultura -tanto en pollos como en huevos y en los productos derivados- y el aumento en las exportaciones de vacuno, especialmente en lo que se refiere a animales vivos. En la parte negativa en el campo ganadero, desde la perspectiva del comercio, se situaría a la cabeza el sector de la leche, especialmente el de la de vaca, con una avalancha de importaciones de quesos baratos procedentes del resto de los países comunitarios. España, con una producción de unas 400.000 toneladas de queso, en los seis primeros meses de este año importó más de 200.000 toneladas que son continuación de las 360.000 toneladas importadas en 2023 frente a las 62.000 toneladas exportadas. Las importaciones baratas suponen un golpe directo para la industria por su dificultad para competir e indirecto para los precios de la leche que perciben los ganaderos, dado que los quesos que vienen de fuera se elaboran con leche excedentaria a bajo precio.
En el sector de los cereales, las exportaciones masivas ucranianas desde 2022 como consecuencia fundamentalmente de la guerra han supuesto la colocación en los mercados comunitarios 47 millones de toneladas, de las que 19,5 han llegado a España. Todo ello se ha traducido en una caída media de los precios, hasta agosto de este año, del 45%, con el consiguiente grave impacto sobre unos agricultores que han soportado fuertes incrementos de costes.
Finalmente, entre otras producciones con peso y con el comercio exterior como clave, cabe señalar la dependencia española del vino, con una exportación media de unos 20 millones de hectolitros. Y también la importancia del aceite, sector en el que las exportaciones son básicas para garantizar la viabilidad, ya que las ventas al exterior pueden llegar a superar las 700.000 toneladas anuales.