Hija de la prestigiosa soprano Montserrat Caballé y el tenor Bernabé Martí, Montserrat Martí estaba destinada a destacar en la escena del canto lírico. Casi por accidente y con ayuda de su tío, la soprano descubrió sus buenas maneras en el canto, lo que le llevó a seguir las pisadas de su madre e iniciar una trayectoria musical de más de tres décadas. Carrera en la que, antes de actuar como solista, compartió junto a su progenitora, con quien debutó en Londres en 1993.
Hoy se desplaza hasta la localidad minera para amadrinar la efemérides de la Coral Boardo, con quien compartirá espectáculo conjunto a Cántico (Valladolid), ambas formaciones corales dirigidas por Jorge Colino. Sobre las tablas estará el barítono Luis Santana y el pianista Víctor Carbajo.
En una época en la que está tan a la orden del día los retoques de voz y el uso de herramientas como el Autotune, ¿cree que ya no se valora el canto natural?
Espero que no porque sería una pena. A pesar de todas las tecnologías, el directo siempre será algo que emociona más. A nosotros nos sigue poniendo muy nerviosos. El miedo está ahí, si bien la emoción del momento siempre es un placer.
Primero tienes que demostrar que vales algo y, después, que puedes mantenerte.
Podría decirse que el canto es algo con lo que se nace, pero, ¿cuánto margen de mejora hay con un entrenamiento y una preparación adecuadas?
Hay una frase que siempre decía mi madre al respecto: hay grandes voces mudas por el mundo que nunca sabrán que tienen un sonido para cantar. Hasta que no lo pruebas, no te das cuenta.
También influye la edad, aunque hay que tener en cuenta que la voz evoluciona y cambia. En el canto lírico, la voz de una niña de nueve años puede que no sirva cuando sea madura. De hecho, para trabajar con las voces adultas, primero hay que tener una preparación de la respiración diafragmática, la que nos ayuda a no hacernos daño en las cuerdas vocales y poder tener una carrera longeva, algo en lo que también influye el saber escoger los papeles a cada edad.
Lo primero que se enseña es a respirar. Mi madre estuvo ocho meses sin que su profesora le dejara cantar nada, solo practicando la respiración con unos libros colocados en la barriga. Es similar a la forma de respirar de los bebés recién nacidos o cuando estamos cogiendo el sueño profundo: llenas todos los pulmones y el diafragma baja para completarlos. Después de tantos años aplicando esta técnica, yo respiro así.
Su padre es el tenor Bernabé Martí y su madre la prestigiosa soprano Montserrat Caballé. La suya es una familia ligada al canto, lo que imagino influyera en sus inicios
Empecé tarde porque iba para bailarina de ballet clásico, hasta que me lesioné.
La casa donde vía en Madrid tenía los techos muy altos. Siempre cantaba las canciones de Freddie Mercury. La señora con la que vivía se fijó en mí y le dijo a mi tío que tenía voz.
Mi tío me hizo una prueba privada en la sala del coro del Teatro de la Zarzuela. Me dijo que tenía sonido. Pensé en seguir adelante, ya que así, cuando bailara en un musical, si tenía también que cantar, estaría preparada. Eso sí, nunca pensando en dedicarme exclusivamente al canto.
Empecé a recibir clases a escondidas de mis padres. Al cabo de ocho meses, mi tío preparó una audición. Les dijo a mis padres que había una chica a quien debían escuchar. Acudieron sin saber que aquella chica era yo.
Canté dos arias y el Caro mio ben. Cuando se emocionaron, yo creía que estaban llorando por haberles mentido. Se pusieron a hablar entre ellos y yo vi que percibían un futuro en mi voz.
Desde hace mucho tiempo me he dado cuenta que la pregunta sobre mis padres nunca me la llegué a hacer yo, sino que fueron los demás. Para mí, ha sido como estar en casa. A mi madre le llegué a decir que no quería que el público pensara nada de mí, y me contestó que ella nunca llevaría a nadie que la dejara en ridículo, pues tenía un nombre.
Si me hubiera llamado Pepa Pérez me hubiesen mirado de otra forma. Tampoco ha sido fácil, no por mí, sino porque la gente te juzga de otra forma.
Presentarse como cantante junto a su madre en Londres debió ser algo muy especial. ¿Qué recuerda de aquel día del que hacen ahora más de 20 años?
Preparé con ella un par de dúos, más luego dos arias yo sola. Recuerdo a mi madre entrar de cantar y yo salir al escenario. Cuando nos cruzamos, la miré, pero ella continuó recto, muy seria y sin dirigirme la mirada.
Después de cantar le pregunté por qué no me había mirado. Me dijo que estaba tan nerviosa y emocionada que si lo hubiera hecho, se habría echado a llorar.
Para mí fue algo chocante en el momento, pues la fuerza de la mirada que necesitaba en aquel momento pasó de lado, si bien luego me explicó el por qué. Es el recuerdo que tengo de aquel lado.
Se desplaza hoy hasta Guardo para amadrinar el recital de zarzuela y ópera que conmemorará los diez años de la Coral Boardo, enmarcada en el seno de la Agrupación Musical de Guardo (AMGu). ¿Qué opina de este tipo de colectivos que fomentan la cultura en el medio rural?
Feliz de que existan lejos de las grandes ciudades, así hay cultura en todos los lugares. Me llama la atención cuando alguien me dice que no esperaba que viniera. En esos momentos, siempre pienso en mi padre, que es de Villaroya de la Sierra y empezó allí cantando en la iglesia.
Somos gente humilde y muy normal. Tuvieron la suerte de juntarse dos personas que, más allá de su don y de conocer la profesión, se amaron toda la vida. Es importante tener gente que te ponga los pies en la tierra; yo tuve dos, mis padres, y me enseñaron que ningún sitio es pequeño. Todo el público merece disfrutar.
Además, la coral la va dirigir Jorge Colino. Me casó su tío, así que tengo muchas ganas de conocerlo.