El ministro Marlaska no utilizó ninguna maniobra legal para guardar silencio ante la comisión parlamentaria del Senado que investiga el caso Abalos-Koldo. Marlaska compareció y respondió a las preguntas. Lo más importante: nunca se reunió con Koldo y Aldama y, dos, nunca sospechó que Ábalos estuviera implicado en ningún "negocio turbio".
Para desgracia del ministro de Justicia y sus compañeros de gobierno, lo que empezó siendo el caso Koldo pronto se convirtió en el caso Ábalos y empieza a derivar hacia el caso Sánchez. Se nota por el nerviosismo que desprenden.
Desde el exceso gestual de la vicepresidenta Montero, muy superior al habitual, a los roces públicos. Estaban soterrados y ahora ya es imposible disimular. Ocurre siempre que se percibe un sálvese quien pueda. Se nota desde lejos la descomposición dentro del gobierno, o entre el gobierno y algunos de sus socios.
El choque entre la ministra de Vivienda Isabel Rodríguez y su antigua compañera Ione Belarra, es muy significativo e hiriente. Belarra, para demostrar que Rodríguez no puede comprender los problemas de los ciudadanos, mencionó que la ministra es propietaria de tres viviendas; Rodríguez tirando con bala: con la suma de las tres no se llegaría a la mitad del chalet de Galapagar.
Podemos incrementa su desapego con los sanchistas, que podrían perder cuatro votos de la mayoría de investidura. Y sin el voto de Ábalos, al que nadie imagina votando a favor del gobierno -quizá sí absteniéndose- porque lo están convirtiendo en chivo expiatorio, se le complica el futuro a Pedro Sánchez.
Ábalos, para desgracia del presidente, conoce muy bien, pero que muy bien, toda la trastienda del sanchismo, con asuntos que podrían poner en situación muy incómoda al Pedro Sánchez y a su círculo más cercano, incluido el familiar. Pero además es hombre querido en el partido, por su larga trayectoria, por su carácter extrovertido, por sus esfuerzos por llevar a Sánchez a la secretaría general del partido primero y a la presidencia del gobierno después. Y aunque escandalizan muchos episodios que hoy salen a la luz también empieza a escandalizar la forma en la que Sánchez le quiere convertir en protagonista de la presunta trama de corrupción, mientras ataca de forma implacable a quienes exigen explicaciones sobre el comportamiento de su mujer y de su hermano.
Hay tensión, se nota. Marlaska intenta sin éxito controlar a la UCO y averiguar qué datos maneja que pueden comprometer al presidente; Yolanda Díaz intenta demostrar que existe y coinciden el sentido de voto Sumar y PP. En una iniciativa sobre cláusulas abusivas en hipotecas y en otra para exigir llevar al Congreso cualquier envío de armas a países en guerra. La estabilidad del gobierno se complica aun más con el anuncio de Podemos de que no apoyará los presupuestos si no se rompen las relaciones diplomáticas con Israel. Y hablando de Podemos: hay fuertes rumores de que Pablo Iglesia quiere volver a capitanear el partido. No desde la retaguardia, como ahora, sino abiertamente.
Al gobierno se le están poniendo feas las cosas.