Editorial

La Navidad

Carmen Casado Linarejos
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Cuando llega diciembre, resulta inevitable hablar de Navidad, aunque nadie mencione su significado, ni sepamos qué celebramos

Cuando llega diciembre, resulta inevitable hablar de Navidad, aunque nadie mencione su significado, ni sepamos qué celebramos. La Navidad actual se ha convertido en una especie de feria de las vanidades, como ya predijo Thackeray en su famosa novela. Los alcaldes han establecido una absurda competencia por ver qué falso abeto es el más grande y quién dispensa más dinero de las arcas municipales en luces, ruido y adornos de la ciudad que se instalan cada vez más tempranamente. El único objetivo de tales derroches no es otro que atraer turistas que incrementen la economía de la ciudad. Las agencias de viajes organizan excursiones a las capitales de provincia para «ver las luces». Desde Palencia, como desde otras provincias, las escapadas a Madrid son muy frecuentes durante los fines de semana, abarrotando las calles del centro de la capital de manera inabordable y ensordeciendo a los vecinos que ven difícil conciliar el sueño durante el mes de diciembre. Este hecho produce malestar entre quienes se ven afectados por las contaminaciones lumínicas y sonoras que los escrupulosos ecologistas ignoran. La instalación de mercadillos donde adquirir todo tipo de golosinas y objetos inútiles invade calles y plazas. Los adornos, aún llamados «navideños», son cada vez más grandes y llamativos en los que no aparece ninguna alusión a lo que celebramos. La excusa políticamente correcta es que se trata de no ofender a aquellos ciudadanos ajenos a la cultura cristiana. Excusa hipócrita que no consigue ocultar la verdadera razón de tales excesos. Hay tantas formas de adentrarse en la Navidad, festividad cristiana que es parte esencial de nuestra cultura europea, sin necesidad de caer en un ruidoso materialismo. Todas las Bellas Artes han celebrado la Navidad en todas sus formas: la música, la pintura, la decoración con los bellísimos Belenes que adornan las iglesias y domicilios más refinados. Celebremos la Navidad en su recto significado eligiendo la belleza frente al ruido, la serenidad en oposición al alboroto y seguramente pasaremos unas muy Felices Pascuas como es mi deseo.