Un matrimonio de avanzada edad y su hija -que reside fuera pero regresa los fines de semana- denuncian públicamente que junto a su vivienda, situada en la calle Menéndez Pelayo, desde hace un mes observan con pena y la sensación de que se está produciendo un maltrato animal, a unas 20 palomas hacinadas y enjauladas en una azotea del antiguo colegio de Villandrando, hoy abandonado y de titularidad municipal. Como comprobó DP vienen a comer algunas en libertad el sustento que se les deja a sus compañeras cautivas pero, en opinión de la familia, algunas aves dejan de moverse y temen que estén muertas o lo acaben estando en breve.
«Desde que ellos me lo contaron primero pasó una semana y yo, desde Madrid, al mandarme fotos, llamé a la Policía Local de Palencia que tiene un grupo de Medio Ambiente. Me tomaron nota y expliqué que mis padres no se atreven a denunciar por miedo al existir vecinos partidarios de que se acabe con la población de palomas. Los agentes les llamaron después y comentaron que el Ayuntamiento era quien había colocado allí la jaula con palomas y que ellos no pueden hacer nada más salvo que muera algún ave», señala Victoria García, hija del matrimonio, que se digirió a este rotativo para plantear su queja y lamento por la situación detectada.
Esta mujer, veterinaria con varios años de ejercicio profesional y actualmente trabajando en prisiones con responsabilidades relacionadas con una unidad canina, es clara. «Estuve en la comisaría personalmente. Comenté a dos policías caninos, que casualmente hicieron un curso conmigo, que la situación es vergonzosa. Me da igual quién sea, si el Ayuntamiento en particular o quién sea, pero dejar a las palomas en una jaula a su suerte es una tortura animal y no puede estar permitida», espeta. Victoria precisa que el domingo policías locales de Medio Ambiente acudieron a su casa. «Como no había ninguna paloma muerta en ese momento no pudieron efectuar denuncia. Instaron a mis padres a que si detectan muertes avisen, pero hay muchísimas y todas paradas, siendo muy complicado comprobar si se da ese desenlace», desgrana.
A su vez, indica que, aunque no han llegado a verlo, alguien pone comida a las palomas y las introduce en la jaula. «Primero hay dos o tres y van entrando cada vez más y las dejan cuatro, cinco días. Tú los primeros días ves cómo aletean, cómo se ponen histéricas intentando salir, pudiéndose dañar unas a otras porque todas se ponen muy brutas para intentar salir y luego se van parando. Lo hacen porque una paloma, cuando no tiene agua, que comida sí que hay, esta no acaba siendo importante y sí lo es el agua, ya que sin ella no pueden vivir más de tres días. Y se quedan inertes, que es lo que he avisado de forma reiterada», lamenta.
buscar alternativas. El padre de Victoria, Luis García, señala que le duele ver cada día cuando se levanta a las palomas enjauladas desde hace casi un mes, al igual que le ocurre a su esposa, María. «Yo no digo que no haya que hacer algún tipo de tratamiento para evitar una superpoblación de aves, pero creo que también hay palomares para acogerlas Lo que está claro es que se mueren y que eso es maltrato y se tiene que terminar. Si hablamos de higiene se trata de algo insalubre y es posible que se pueda llegar a dar algún tipo de plaga. El espectáculo para alguien que tiene animales como nosotros no es nada agradable al considerar que se permite un maltrato. Es cierto que las palomas son muy sucias y dan muchos problemas a la ciudad, pero yo creo que tiene que haber otros sistemas de evacuación», concluye.