Puntos negros con los que hoy lidia Pedro Sánchez. Uno, un catastrófico resultado en las elecciones de Galicia que han convertido al PSdeG en un partido irrelevante. Dos, una trama corrupta centrada en el hombre de confianza del exministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE al que Sánchez había fulminado de los dos cargos y, como se sospechaba, parece que lo hizo porque le llegó información sobre actividades poco claras de José Luis Ábalos. Tres, una cita con el rey de Marruecos de la que esperaba el presidente regresar con algún triunfo en la mano, por ejemplo la reapertura de la aduana de Melilla y la apertura de una aduana en Ceuta: pero Mohamed VI no dio fecha y todo lo que pudo trasladar Sánchez a los periodistas que le acompañaron a Rabat fue que ese asunto, importante para España, es que será «pronto». Eso sí, le trasladó al monarca que no había variación sobre la postura de España respecto a Sáhara, que es lo que más interesaba, y satisfacía, al rey marroquí.
Sánchez no suele preocuparse excesivamente ante los problemas políticos que se le plantean. Mientras se mantenga en la Presidencia no se inmuta cuando el partido socialista se desmorona ante sus ojos. Porque se desmorona, no ha ganado una sola elección desde que es presidente del Gobierno, y cada cita autonómica suma un nuevo desastre.
Tiene esperanzas en ser socio del Gobierno que surja tras las elecciones vascas, donde no hace distintos entre PNV y Bildu. Sí lo hacen en cambio la mayoría de sus militantes y votantes que, excepto en el País Vasco, gran parte de ellos siguen viendo a Bildu como un grupo surgido de una banda terrorista y, aunque dejó atrás el terrorismo activo, cuenta en sus filas y entre sus candidatos con personajes de historial que resulta difícil aceptar, porque en varios casos incluye asesinato o inducción al asesinato.
El escenario vasco
En el País Vasco, donde las nuevas generaciones no han conocido la lacra del terrorismo, compran que Bildu es un partido nacionalista más radical que el PNV, pero un partido democrático. Sánchez además lo ha blanqueado a través de sus pactos, lo que facilita que se le vea como un partido convencional. Cuenta con un importante número de seguidores, sobre todo jóvenes, mientras que decrece la imagen del PNV como partido sólido y buen gestor.
La idea generalizada es que Sánchez formaría coalición con el que ganara las elecciones, PNV y Bildu están muy empatados en estimación de voto, con Bildu por encima, Pero… empieza a barajarse la idea de que podría darse un gobierno de PNV y Bildu, presidido por el que lograra mayor número de escaños. Una posibilidad ahora mismo que no se puede descartar.
Esa posibilidad, que se comenta en el País Vasco con naturalidad, es una pésima noticia para Sánchez, que necesita desesperadamente un triunfo en las elecciones próximas. Solo si consigue gobernar en el País Vasco podría mirar con cierto optimismo los comicios europeos de junio, que son los que verdaderamente le importan, porque al ser circunscripción única serían la prueba más correcta de cómo respira España ante el PSOE sanchista.
El debate sobre la ley de amnistía no es prometedor. Nadie duda que la ley saldrá adelante, solo Puigdemont podría tumbarla si cambia el texto pactado con el Gobierno o si llega a la conclusión de que puede ser rechazada por el Constitucional o sobre todo por el Tribunal Europeo de Justicia, ante el que el Supremo va a presentar un recurso previo. Expertos constitucionalistas no contaminados por la política coinciden en que la amnistía no es constitucional, y el propio gobierno debe tener dudas, porque el ministro Bolaños, negociador para todo, ha intentado tranquilizar a Puigdemont diciendo que si no hay amnistía habrá indulto para todos los encausados por el 1-O que desencadenaron la aplicación del artículo 155. Con el apoyo de Sánchez, por cierto.
El prófugo no se conforma con el indulto. En primer lugar, porque para que haya perdón del Gobierno debe haber previamente una condena, y Puigdemont, al huir, no ha sido juzgado. Tendría que serlo, lo que lleva un tiempo, antes de ser indultado en el caso de ser condenado. Segundo, un indulto no borra su currículum judicial. Perdona, pero no borra el delito. Es decir, por mucho que se negocie en Bruselas y en Ginebra, quedan frentes abiertos para los que sueñan con la amnistía. Por una parte, los que se beneficiarían de ella y, por otra, el gobierno. Sin el apoyo de Junts y de ERC, Pedro Sánchez no tendría la mayoría necesaria para mantenerse en Moncloa.
Bajo sospecha
A todos esos problemas se suma el último, el llamado caso Koldo. En solo tres días, la imagen de Gobierno limpio de polvo y paja se ha venido abajo. José Luis Ábalos no es un socialista más. Ha sido el brazo derecho de Sánchez desde que recuperó la Secretaría general después de ser desalojado de Ferraz. Dentro del pequeño grupo que lo apoyó de forma incondicional en lo personal y lo político, Ábalos fue fundamental para lograr su regreso al liderazgo del PSOE.
La relación del exministro con su asesor, escolta y hombre para todo, Koldo García Izaguirre, no se circunscribía a su círculo más próximo, sino que alcanzaba a otros destacados miembros del Gobierno y de la Ejecutiva socialista.
¿Tiene Sánchez algún tipo de vinculación con las comisiones cobradas por el grupo al que pertenecía Koldo? No lo parece. En las conversaciones con sus socios, grabadas por la UCE, Koldo daba a entender que los apoyos a la operación de compra de mascarillas estaban respaldada por personas de «arriba», pero eso no significa nada, ni siquiera que fuera cierto que tenía apoyos muy por encima de su persona.
Sin embargo, el escándalo salpica al presidente del Gobierno, por la estrecha relación que mantenía con Ábalos, número dos del partido además de ministro de Transportes. El cese fulminante en los dos cargos puede indicar que Sánchez tenía noticias de comportamientos presuntamente delictivos, y sin embargo nunca dio explicaciones y además lo mantuvo como diputado.
Las convicciones del sanchismo son de corto recorrido. Y su futuro… Hoy parece más inquietante que a principios de año, a pesar de que Sánchez sale indemne de todas las circunstancias adversas porque no le importa cambiar de principios y convicciones.