El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, realizó ayer su particular balance antes del parón estival en el que destacó la buena marcha de la economía española, que está creciendo más del doble que la europea, los avances sociales que ha logrado su Ejecutivo, desvelando el acuerdo con los sindicatos en materia de pensiones que reformula el acceso al retiro activo, y el gran protagonismo internacional que está teniendo España a la hora de mediar para el cese de los dos grandes conflictos activos; la guerra de Ucrania y la de Oriente Próximo. Sin embargo, Sánchez, que 24 horas antes se había negado a declarar ante del juez Peinado por el caso que investiga la presunta corrupción y tráfico de influencias de su mujer, querellándose contra el magistrado, no dio explicación alguna sobre si conocía y estuvo presente en las reuniones que se mantuvieron en Moncloa entre Begoña Gómez, el rector de la Complutense y algunos empresarios, y tampoco justificó por qué el acuerdo con ERC en Cataluña, que rompe la igualdad entre españoles y ha suscitado numerosas críticas dentro y fuera del PSOE, era hace unas semanas una línea roja que el Gobierno no estaba dispuesto a traspasar y hoy es «magnífico» y le hace sentirse «feliz».
Sánchez no convenció a nadie. Tiró balones fuera constantemente, sin contestar a las preguntas de los periodistas, arremetiendo contra el PP y su gestión cuando estuvo al frente del Ejecutivo y con el mantra de que la oposición fabula y no tiene ahora mismo otra política que defender que no sea atacar al presidente con, como no se cansó de repetir, el «no caso» de su mujer. Con respecto a este asunto, aseguró haber dado cuentas en el Parlamento -algo que es falso-, justificó la querella contra el juez con la defensa de la institución de la Presidencia del Gobierno, amparándose en un «atropello de derechos» y en una norma del siglo XIX, cuando su testifical era en calidad de marido de la investigada y no como jefe del Ejecutivo, y calificó de «bochornoso y patético» lo acaecido en la Moncloa y la querella presentada ayer por Vox por usar la Abogacía del Estado en beneficio propio.
Tampoco Sánchez profundizó en el controvertido preacuerdo para la investidura de Salvador Illa, que no apoya ningún territorio y ha provocado una crisis sin precedentes entre las distintas federaciones socialistas. Alabó el pacto, pidió respeto a ERC y reiteró que este nuevo sistema de financiación singular es bueno tanto para Cataluña como para España. No dio justificación alguna, ni aclaró por qué su cambio de parecer en este ámbito. El presidente se fue de vacaciones, no sin antes lanzar una frase a la ciudadanía: «El tiempo pone todo siempre en su sitio». Y, como dijo, William Shakespeare, mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras.