Gran parte de los analistas y expertos en estados de opinión coinciden en que si ahora mismo se celebraran elecciones, el PP no solo volvería a ganar, sino que Alberto Núñez Feijóo podría convertirse en presidente del Gobierno.
Las iniciativas de Pedro Sánchez han incrementado el rechazo de gran parte de sus votantes habituales, pero sobre todo han roto el bloque que le sustenta. Lo conforman partidos de distinta ideología y que no comparten los mismos intereses; contentar a unos implica que otros se nieguen a seguir colaborando parlamentariamente con el jefe del Ejecutivo.
En el PSOE han sonado las voces de alarma. Tanto, que el líder socialista ha transmitido un mensaje que ha provocado estupor, por no decir escándalo: se puede gobernar sin el legislativo. Efectivamente, se puede, pero suele ser una fórmula propia de autócratas. Sánchez ha abusado del decreto ley, instrumento absolutamente legal, pero que en principio debería limitarse a los asuntos de urgencia máxima que obligan a acortar los plazos del debate parlamentario.
Esa acusación de abuso no le preocupa, aunque sí le inquieta lo sucedido desde que accedió a la Presidencia tras las elecciones de julio de 2023: ha perdido casi 40 votaciones en el Congreso y entre las tumbadas en los últimos tiempos hay algunas de relieve. Por ejemplo, la relacionada con la política sobre inmigración o, esta misma semana, que se haya aprobado la propuesta del PP de considerar a Edmundo González Urrutia como presidente de Venezuela.
En esa votación se han producido dos sorpresas que no han podido agradar al líder del Ejecutivo: el apoyo del PNV a la iniciativa y, por otra parte, José Luis Ábalos, quien se apuntó a la abstención, alejándose de la posición que defendía el PSOE, al que ha apoyado hasta ahora. Además, Ábalos afirmó que su voto dejará de ser el de los socialistas y que en cada caso actuará en consecuencia.
El viaje del PNV al centro
El portavoz del PNV, Aitor Esteban, ha advertido que lo ocurrido no significa que el grupo vasco haya abandonado su posición de apoyo a Pedro Sánchez, pero en Sabin Etxea, la sede de la formación jeltzale, son más explícitos.
No ocultan su preocupación por el auge de Bildu, consecuencia del «blanqueo» del jefe de Moncloa a un partido que tiene su origen en una organización terrorista, ETA.
La estrategia de Andoni Ortuzar, presidente del PNV, que coincide con la del nuevo lendakari, Imanol Pradales, quien mantiene muy buena sintonía con el líder del grupo -mejor que la de Urkullu y Ortuzar en los últimos tiempos- es ir poniendo el acento en un PNV de centro, sin complejos, que votará a favor o en contra de las propuestas del Gobierno en función de cuáles sean esas iniciativas.
No tiene sentido, decía en petit comité un miembro de la dirección, aislar a Vox por ser un partido de ultraderecha, y apoyar sin embargo a fuerzas de ultraizquierda con tanto déficit democrático como los de Santiago Abascal. Se pondrá más el acento en el contenido de la propuesta parlamentaria y sus consecuencias, que en las siglas de los grupos que las respaldan. También se tendrá muy cuenta la actitud de la militancia y votantes tradicionales del PNV respecto a las decisiones que tome el partido en asuntos de importancia social.
En la situación actual de debilidad de Sánchez, se mueve en un laberinto en el que es difícil detectar la salida correcta. Es el primer mandatario que no ha ganado las elecciones y cada voto es un mundo. No se puede perder ni uno. Probablemente no lo tuvo en cuenta cuando pactó con ERC el concierto económico para Cataluña, que el Gobierno lo considera como un acuerdo singular. Debió pensar el líder socialista que Carles Puigdemont iba a mantenerle el apoyo porque aceptaba una de las exigencias de los independentistas, tanto los de Junts como los de Esquerra.
Pero que el acuerdo con estos últimos convirtiera a Salvador Illa en líder de la Generalitat, cargo al que aspiraba el huido de la Justicia, ha provocado la ruptura entre los dos principales partidos secesionistas, lo que se traduce en que si ERC apoya una propuesta de Moncloa, automáticamente Junts votará en contra, y viceversa.
Ábalos, un nuevo frente
Todo ello supone que Sánchez va a tener muy difícil sacar adelante sus iniciativas en la legislatura. Peligran los Presupuestos, que el presidente pretende volver a prorrogar si no salen adelante, pero la situación se hace muy complicada para seguir en el poder.
El problema de la inmigración ha provocado que Coalición Canaria esté apoyando al PP y ha surgido una nueva contrariedad que afecta a la mayoría de Gobierno: José Luis Ábalos.
Ha sido hombre clave en la vida política de Sánchez, líder del puñado de sus seguidores que trabajaron para que recuperara la Secretaría General del partido primero -había sido expulsado- y se convirtiera después en jefe del Ejecutivo, y fue recompensado con la Secretaría de Organización de la formación y ministro de Fomento, el de mayor presupuesto.
Ábalos cayó en desgracia por razones nunca explicadas pero sobreentendidas, se le suspendió después de militancia y se negó a dejar el escaño, pero declaró que votaría con el partido. Lo ha hecho hasta ahora, y todo apunta a que seguirá haciendo lo que considere oportuno. No oculta su furia por el informe que se ha hecho sobre su gestión en Fomento, se siente injustamente perseguido, y se ha convertido en una bomba de relojería para la continuidad de Sánchez.
Los sondeos siguen dando un suelo al PSOE, que se mueve entre el 23 y el 25 por ciento, pero explican los profesionales que el líder socialista pierde respaldos de forma considerable, aunque cuenta con el apoyo de antiguos votantes de Sumar y Podemos, formaciones que se encuentran en riesgo de desaparecer. Lo que significa que si se celebraran ahora unas elecciones generales, Sánchez difícilmente tendría la mayoría que le permitiera superar la investidura.
El presidente lo sabe, y es la razón de que insista en que no convocará comicios en ningún caso. Pero... en política el «nunca» significa «de momento».
La continuidad en Moncloa no depende ya de su partido, sino de cómo se comporten ERC, Junts, PNV y Ábalos. Y de cómo les vaya a Yolanda Díaz y a Irene Montero.