La estación de Renfe en Palencia, está situada en inmejorable lugar, y es testigo en el tiempo, de cientos de encuentros, donde la emoción, impulsa momentos de besos y de abrazos, de sonrisas de alegrías, y de lágrimas contenidas.
El trasiego de trenes y de viajeros, todos los días del año, llena la vida de la ciudad, y completa otras carencias. El tren, impulsa el turismo, y por ende, la contemplación de la belleza de cada uno de sus rincones, de sus obras artísticas o arquitectónicas o de la grandeza de la hospitalidad de sus gentes. El tren, es impulso a la modernidad, a la cercanía entre ciudades del entorno y estudiantes que vienen a formarse y vuelven a sus lugares de origen.
Quitar la estación y el tren de donde están, hundir la vía o desplazarla, es quitar la vida a Palencia, es bajarla al rango de Aldea, es dejar a la ciudad sin una de sus fortalezas.
No debe haber demagogia política sobre el tren, la vía y la estación, por parte del oportunismo, que cada ciertos años aflora, con el único afán de prevalecer en las infra políticas, o de mostrar escaso interés por la vida y los ciudadanos de Palencia y sus entornos, o su prosperidad en el trabajo y en el estudio.
En Palencia se creó la primera Universidad de España y ello debe ser acicate para instalar más estudios, para impulsar el conocimiento, junto a la belleza de la ciudad, con más lustre y esplendor.