Delgado: "He podido ayudar a más de 5.000 estudiantes"

César Ceinos
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La Facultad de Educación de Palencia pierde a un histórico que ocupó diversos cargos, entre ellos el de vicerrector del campus, aunque destaca que coordinó los grados de Educación Social y Antropología tras ser el responsable de su implantación

Enrique Delgado - Foto: Sofía Sánchez

La Facultad de Educación de Palencia pierde a un histórico. El profesor Enrique Delgado (Palencia, 1954) se jubila después de 47 años de docencia, primero en la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de Educación General Básica (EGB), luego Escuela Universitaria de Educación y, por último, en la facultad. 

Doctor en Geografía, durante su larga trayectoria profesional fue secretario académico del centro (1981-1984), director (1988-1994), vicerrector de la Universidad de Valladolid (1998-2002) y vicesecretario (2002-2006). También ocupó el puesto de adjunto a la Defensoría de la comunidad universitaria (2016-2024) y otros cargos que considera muy importantes, como el de coordinador del grado de Educación Social y el de profesor responsable y coordinador del grado de Antropología. «Los ejercí después de haber sido el responsable de lograr la implantación de esas titulaciones en Palencia y los destaco porque quiero señalar mi compromiso con la universidad, el centro y el campus», subraya.  

¿Qué balance hace de su trayectoria profesional?

Aunque muchas veces entran dudas de si lo que realmente has hecho es lo que deberías haber hecho, en este caso, creo que el balance es positivo, no solamente por mi aportación, esa pequeña contribución a la mejora del sistema universitario en nuestro ámbito inmediato, en la Universidad de Valladolid en concreto, sino también por mi contribución al desarrollo y a los cambios que se han producido en la Facultad de Educación, anteriormente escuela, y también al conocimiento de Palencia y su provincia. Además, he aportado a la formación de miles de maestros, centenares de educadores sociales y alguna decena de antropólogos sociales y culturales.

¿Qué momentos fueron los más destacados?

Me acuerdo de los primeros tiempos en la escuela, donde a pesar de las controversias que había sobre el futuro y lo que deberíamos hacer sobre el centro, había un buen ambiente de cooperación y de compañerismo. Era agradable. En aquella época (1977-1988) la escuela estaba en la avenida de Asturias, en el colegio Tello Téllez. Después pasamos al camino de la Miranda, al edificio del Colegio de Huérfanas de Ferroviarios, y en 2001 nos trasladamos a La Yutera.

El segundo gran hecho que recuerdo es la conclusión de La Yutera. Fueron cuatro años de un trabajo ímprobo en el que nos empeñamos en que se cumplieran los plazos, como así fue, y en el que nos debatíamos a brazo partido con las constructoras. Significó la unificación en un solo espacio de todos los centros del campus de Palencia, lo que también provocó la creación de la unificación de la gestión administrativa y personal del campus. Fueron años activos y complicados, pero el resultado fue satisfactorio.

¿Y en el plano más personal?

Considero que la relación personal es primordial para que el trabajo se celebre en un clima que permita avanzar. Yo señalo siempre mi estrechísima colaboración con María Teresa Alario y Pablo García Colmenares desde nuestra incorporación al centro, pero también cito a un profesor que fue clave durante unos años, Juan Antonio Bonachía, que fue secretario general de la Universidad y cooperé con él cuando fui vicesecretario. Hubo un entendimiento estrechísimo en el desarrollo normativo y se logró adaptar la universidad a la nueva realidad que necesitábamos. Y eso fue un trabajo que duró ocho años y que, francamente, todavía lo mantengo vivo en mi memoria.

Además, en el trabajo cotidiano resulta imprescindible la gente que desempeña su función en las tareas de administración, gestión y servicios en la universidad, que a veces parece que son un telón de fondo, pero realmente son cooperadores necesarios. Y yo he tenido una especial relación con un número muy elevado de personas que para mí cuentan de la misma manera que el resto de miembros de la comunidad. 

Por último, si con alguien he tenido una gran relación ha sido con mis alumnos. Habrán sido más de 5.000 estudiantes a los que he podido ayudar en su crecimiento personal e intelectual y para mí esa ha sido la referencia y la preocupación constantes de mi vida. Los estudiantes constituyen la razón última del trabajo universitario.

¿Se ha dejado alguna cuestión en el cajón de los asuntos pendientes?

Un profesor tiene que tener la mirada puesta en el perfeccionamiento de su trabajo. Y en ese sentido, lógicamente, la tarea no se termina jamás. Por tanto, es imposible decir que haya hecho todo lo que tenía que hacer y que no necesito más. Es preciso siempre tener metas y para un profesor es absolutamente clave tener metas de cambio, de profundización del conocimiento y de  proyección, divulgación y aplicación del mismo.

¿Le hubiera gustado seguir de profesor en La Yutera?

Creo que hay que marcar un límite. Es decir, cuando empecé el curso 2023/24 sabiendo que era el último lo miré con un cierto aire de final de ciclo y con una pereza enorme a cambiar. Es lo que nos sucede a todos los humanos, que tenemos adquirido un ritmo y no necesariamente todos los cambios siempre son entendidos e interiorizados. Pero una vez que ha ido avanzando el curso, me doy cuenta de que llegó el momento y que ahora puedo y debo seguir contribuyendo en la medida en que se me solicite mis saberes, mis aportaciones y mis proyectos al campus. En La Yutera lo saben y cuentan conmigo, puesto que me han nombrado colaborador honorífico de la Facultad de Educación y ello indica que ahí estaré. La gente lo sabe, mis compañeros y compañeras lo saben, y, por tanto, digamos que no he cerrado la puerta y he dejado atrás el trabajo, sino que cambio en la posición y a partir de ahora me dedicaré a proyectos que no se han podido cumplir durante los años anteriores.

Usted se jubila y deja de ser profesor. ¿Hay relevo generacional en la Facultad de Educación?

Creo que sí que hay relevo. Hemos tenido unos años crudísimos por la política de sustituir al profesorado a tiempo completo por personal precario con  contratos temporales y con dedicación parcial. Esa opción, que es política, nos ha hecho pasar por un verdadero valle de lágrimas en los centros, y en particular a los de educación, donde no estábamos acostumbrados a tener más que un número pequeñito de profesorado asociado y hemos llegado a tener un 45 y un 50% del profesorado que reunía estas condiciones: precariedad y temporalidad. Por esas condiciones y no por el material humano, al ser un profesorado que rotaba de un cuatrimestre al siguiente, era imposible proyectar un futuro ordenado. Afortunadamente, hace un par de años esta política ha cambiado y se está pasando de la precariedad a la estabilización del profesorado. Afortunadamente eso ha cambiado y a una parte importante de los profesores que reúnen la condición de doctor se está pasando a figuras de profesorado con dedicación a tiempo completo y eso fundamentará el futuro de la universidad, en general, y, en particular, el futuro de la Facultad de Educación.

¿Cómo han cambiado los estudios de educación en 47 años?

Han variado igual que lo ha hecho la universidad. Hemos pasado de una universidad muy antigua, muy clásica y muy apoyada en la memorización de aprendizajes a otra basada en la colaboración, los aprendizajes cooperativos y la investigación, aunque sea en su fase inicial. Eso ha permitido también cambiar el modelo de estudiante, del estudiante muy capacitado pero muy versado en reunir conocimientos de base memorística a otro que es muy operativo, que sabe interrelacionar, que sabe buscar, documentarse y construir relatos a partir de determinados elementos. Un cambio notable se ha producido en su capacidad para exponer públicamente el resultado de sus aprendizajes.

La educación tenía la vocación de reproducir los conocimientos que estaban asentados socialmente. Ahora, la universidad se centra más en la posibilidad de realizar procesos de creación del conocimiento. Y en eso están implicados el profesorado y el alumnado. Cada vez se nota más en los trabajos de fin de grado, donde los estudiantes avanzan en propuestas que son novedosas respecto a lo que han estudiado y ahí forjan lo que ellos entienden que deberá ser su proyecto como educadores del futuro. Ese es un cambio importantísimo porque pasamos del estudiante pasivo al estudiante plenamente activo y comprometido con su aprendizaje.

Recuerdo que en mis inicios tuvimos muchos debates en el seno de la entonces escuela en torno a trasmitir la importancia que tenía esa nueva mirada, y nosotros, en alguna medida, logramos que los estudiantes se implicaran en procesos de aprendizaje a partir del hacer y del saber hacer. 

¿Qué aportó el campus a Palencia en todo este tiempo?

Creo que a veces la ciudad, y por ende la provincia, han mirado de una manera un poco pasiva a la universidad, pero esta ha ido mejorando, creciendo y formándose en mayor medida y captando profesorado cada vez más competente. Además, ha ido cumpliendo la función para la que estaba destinada. Si lo miramos en términos materiales, una facultad como la de Educación poco aporta al desarrollo material de la sociedad palentina, pero, sin embargo, si lo miramos desde el punto de vista de la aportación a la preparación de la base de la educación, nos daríamos cuenta de que la aportación es inmaterial, pero absolutamente imprescindible. 

Por el contrario, si lo miramos desde la perspectiva de una escuela como la superior de Agrarias, pues es obvio que ellos han ido contribuyendo en el tiempo con soluciones de orden material. Entonces, parece que sus saberes son más útiles, pero lo son en un cierto sentido. La realidad es que cada uno de los centros integrados en el campus ha ido cumpliendo una tarea, que posiblemente es imprescindible, y ha sabido desempeñar un papel que en estos momentos está siendo reconocido por parte de los responsables políticos y sociales, que miran a la universidad como una institución insustituible en el desarrollo cultural, económico y social del territorio y la comunidad.  Y esa nueva concepción es la que invita al campus a seguir trabajando en la misma dirección.

¿Los palentinos reconocen el papel que tiene la Facultad de Educación de La Yutera?

Que tengamos una facultad como la de Educación con 700 estudiantes y que un tercio de ellos sean naturales o residentes en Palencia ya implica un reconocimiento y, que las cosas se están haciendo adecuadamente.

Su trayectoria va más allá de la enseñanza. Hace diez años publicó Palencia (1950-2010), evolución urbana de una ciudad media y abogó en sus conclusiones por que la ciudad asumiera como proyecto propio la dinamización y el desarrollo de las comarcas de Tierra de Campos y del Cerrato. ¿Qué ha ocurrido en este tiempo?

Yo creo que la ciudad ha vivido o sigue viviendo ensimismada, en cierta manera, y preocupada por su propio desarrollo interno y no ha liderado lo que debería ser un proyecto de vivificación del entorno rural de la ciudad.  Es más, han aparecido otros liderazgos en el entorno, pero no encabezados por la ciudad de Palencia. 

¿Cómo cuáles?

El fenómeno de Paredes de Nava podría ser un elemento atractivo para poner en evidencia las posibilidades y las capacidades para buscar un futuro mejor, la trayectoria de lugares como Ampudia o, en alguna medida, el desarrollo vinculado a los entornos periurbanos de la ciudad. Un buen ejemplo es Villamuriel de Cerrato. Pero quizá la ciudad debería haber implementado un plus. No es liderar simplemente por estar a la cabeza de él, sino por la mayor cantidad de recursos que puede poner al servicio de proyectos de innovación y de desarrollo en cooperación directa con los municipios afectados de ambas comarcas. Eso es lo que hubiera facilitado que la ciudad empezara a cumplir un papel diferente y eso no lo ha hecho.

He realizado estudios de las grandes comarcas de la provincia y en cada territorio es obvio que hay determinadas posibilidades, pero el tiempo pasa sin hacer nada efectivo por cambiar, aunque sea puntualmente y en pequeña medida. 

Hace poco, me enteraba de que el proyecto de Bosque Modelo, que iba a cubrir un territorio entre Carrión de los Condes y la Montaña Palentina ha decaído. Y era una iniciativa que estaba ideando la forma de poner elementos clave encima de la mesa para dar un salto cualitativo a la situación de esas comarcas. Ahora habrá que esperar una nueva rearticulación, con el retraso que genera en todos los procesos de crecimiento o desarrollo.

Hace referencia a la provincia. ¿Qué evolución ha tenido en las últimas décadas?

La provincia, excluyendo Palencia, ha perdido más del 60% de la población entre los años 50 y la actualidad. Y se ha perdido, además, la población más cualificada. Y las personas que se han quedado están vinculadas a la explotación de la tierra y del ganado, pero con un envejecimiento progresivo que les hace perder también esa vinculación con los sectores económicos.

La provincia corre el riesgo de acabar en manos de grandes inversores de explotaciones agrícolas y ganaderas, que no van a ayudar en nada a recuperar población y van a basar todo su esfuerzo en la generación de producción dirigida a mercados nacionales e internacionales. Esto es un problema porque no nos ayuda en nada a mantener el mínimo para que la provincia funcione.

Pero esto no quiere decir que en la provincia no haya una tendencia a innovar y a producir cosas nuevas, que la hay. Es decir, en la provincia se está produciendo un fenómeno empresarial dirigido a mejorar todo el tratamiento de la producción agraria. Y lo está haciendo de una forma brillante. Estamos hablando de un empresariado que tiene una idea de mejora y de protección, pero le falta el entorno económico y el entorno social suficiente para convertir su proyecto en uno no solamente solvente, sino muy atractivo y que genere hacia el futuro atracción y asentamiento de población.

¿Qué soluciones podrían proponerse para mejorar el entorno económico y social?

Habría que intervenir en varios factores. En primer lugar, la vivienda. No puede ser que los municipios rurales no tengan posibilidad de ofrecer alojamiento. En segundo lugar, incentivar el empleo a mujeres cualificadas que radiquen en el territorio. Después, es necesario un proyecto en el que se haga de una vez un esfuerzo enorme por la comunicación digital y por Internet. No puede haber teletrabajo si no tenemos redes solventes y rápidas. Y por último, tenemos que actuar sobre los elementos que consideramos clave. No podemos seguir perdiendo atención médico-sanitaria, ni dejar a las familias con hijos sin cobertura, ni abandonar a las personas mayores.

Por último, ¿a qué se va a dedicar ahora?

Tengo tres proyectos, dos de los cuales están vinculados con el campus. Por un lado, voy a dar continuidad al proyecto Un campus con arte, en el que llevamos trabajando años y ya hemos logrado instalar 37 piezas donadas generosamente por los artistas. Por otro, el vicerrectorado me ha encargado crear el arboreto del campus, un plan para señalar y documentar los árboles y arbustos del campus y dotarlos de una guía didáctica que podrá ser usada por escolares. 

Y, por último, el tercero vincula la facultad, a través del grado en Antropología, con la Asociación de Amigos de la Caneja para crear un proyecto titulado Ciudad con memoria, en el que vamos a reunir testimonios orales y visuales de gente de todas las edades en relación con la ciudad en la que viven para generar una identidad positiva que favorezca la calidad de vida en ella.