Queridos lectores, paz y bien.
Dentro de las tareas de los Papas, está la de enriquecer la tradición de la enseñanza que le es propia. Así, Francisco nos ha regalado esta semana su cuarta encíclica, titulada Dilexit nos, "Nos amó", dedicada al amor humano y divino del corazón de Jesucristo. Como pastor de Palencia, veo muy oportuna su propuesta para los católicos que caminamos en el seguimiento del Señor. El corazón de Jesús en nuestra ciudad, como tantas en España, ha sido ensalzado por innumerables monumentos bien visibles, como es en nuestro caso el Cristo del Otero.
La encíclica arranca así: «Nos amó», dice san Pablo refiriéndose a Cristo (Rm 8,37), para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada «podrá separarnos» (Rm 8,39). Pablo lo afirmaba con certeza porque Cristo mismo lo había asegurado a sus discípulos: «os he amado» (Jn 15,9.12). También nos dijo: «os llamo amigos» (Jn 15,15). Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad: «nos amó primero» (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús «nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16).
También Benedicto XVI había dedicado su primera encíclica a esta cuestión crucial de cómo y quién es Dios, y la tituló Deus caritas est, Dios es amor. En la era moderna, la fe católica ha sufrido ataques de distinto calado y naturaleza. Y uno de ellos ha consistido en desencarnar nuestra fe, desfigurando a Cristo, y despojándolo de su verdadera humanidad. Muchos citamos de memoria nuestro credo, confesando que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. En el 2025 se cumplirán 1700 años del concilio de Nicea que fue una respuesta a los arrianos, que negaban la divinidad de Jesús.
Y a lo largo de la modernidad, desde posturas jansenistas, se negaba la genuina humanidad de Jesús. Se dio la espalda a la misericordia de Dios, reduciendo al Señor a un juez frío y distante, incapaz de compadecerse y compartir la naturaleza y el drama humano, incapaz de entrar en nuestra miseria y nuestros límites. La providencia de Dios hizo que a lo largo del siglo XVIII el Señor se apareciera y respondiera a ese error mostrando su verdadera naturaleza, que no es otra que ser la Vida, ser todo corazón.
El Papa Francisco nos aclara la acepción de la palabra corazón en su sentido genuino, yendo más allá del sentido romántico y puramente emotivista, conjugando verdad y amor. "Dice la Biblia que «la Palabra de Dios es viva y eficaz [...] discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hb 4,12). De esta manera nos habla de un núcleo, el corazón, que está detrás de toda apariencia, aun detrás de pensamientos superficiales que nos confunden. Los discípulos de Emaús, en su misteriosa caminata con Cristo resucitado, vivían un momento de angustia, confusión, desesperanza, desilusión. No obstante, más allá de todo eso y a pesar de todo, algo ocurría en lo más hondo: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino?» (Lc 24,32)".
Sigue abogando el Santo Padre por una vuelta a la interioridad, a la hondura, a nuestra historia: "Si el corazón está devaluado también se devalúa lo que significa hablar desde el corazón, actuar con corazón, madurar y cuidar el corazón. Cuando no se aprecia lo específico del corazón perdemos las respuestas que la sola inteligencia no puede dar, perdemos el encuentro con los demás, perdemos la poesía. Y nos perdemos la historia y nuestras historias, porque la verdadera aventura personal es la que se construye desde el corazón. Al final de la vida contará sólo eso".
No entrar en esos niveles, nos convierte a lo sumo en personas ocupadas, pero nunca, habitadas. Resultamos huecos, y la sospecha de la doble vida se cierne sobre nosotros. Ese peligro de fariseísmo nos acecha a sacerdotes, obispos, consagrados, laicos y laicas que actuamos en nombre de Dios y de su Iglesia. Nuestra misma identidad queda en entredicho cuando tendemos a olvidar que nuestro patrimonio, nuestro único tesoro y morada es que Él nos amó. No hay otro suelo, fundamento y raíz para existir en libertad y con gozo.
El próximo domingo celebraremos el Día de la Iglesia Diocesana, cuyo lema de este año será: "¿y si lo que buscas está en tu interior?". Os animo a considerar esta pregunta como una llave, una de las doce llaves del Cartel de nuestra programación diocesana de este año.