Quienes ya hemos vivido tenemos heridas sin cerrar, cornadas de la vida sin cicatrizar que antes guardábamos en el fondo de nuestro armario interior de la resignación. Normalmente el transcurso de los días ha resuelto los conflictos internos buscando otro camino de alivio. Pero no siempre es así.
A la madre que perdía su hijo antes de nacer, debía decirla el equipo natal, si ya no podía tener más, que lo llorara en silencio y acudiera a buscar un exvoto para colgarlo en la ermita del pueblo. Se la desaconsejaba la cesárea porque la visión de la cicatriz en el espejo no resolvería el parto de manera natural, dejando la señal para toda una vida, como un recordatorio. Los exvotos eran parte de la resignación.
En la ermita de la Virgen de Tiedra se han colgado brazos, piernas, manos, todas perdidas de forma irrecuperable y poco más allá de los exvotos se expusieron fotos del día de los quintos, porque eran parte de lo ya perdido en el abismo del tiempo. La fotografía era el recuerdo constante de cuando te tallaron, o el retrato de una madre que con enorme esfuerzo sacó adelante a sus seis hijos tras una impuesta viudedad.
Eran heridas sin cerrar. Decía Juan Diego Madueño, en el periódico El Mundo, que el descuartizamiento de un cadáver es la prolongación de un asesinato. Herida sin cerrar, que debía aumentar la pena sancionadora para el asesino.
La profanación de cementerios para robar el bronce de los crucifijos está de moda. Una temporalidad ajena al dolor que deja y talla un recuerdo permanente. Las violaciones de mujeres en guerra al bando opuesto son marcas del Zorro, un sufrimiento constante al que no te acostumbras. Los complejos de Edipo sin finalizar que de la familia del domador Ángel Cristo son conflictos falsamente cicatrizados. Todo ello impulsó el uso de los hábitos morados con su cíngulo amarillo de penitente para toda la vida.
Y si hay heridas sin cerrar que esconden situaciones penales solicitamos a los diputados las aporten a la legislación, (caso del Cuco y su madre) con objeto de golpear con el merecido castigo a quienes contribuyeron a causarlas y dejarlas imborrables.