El regreso de un palentino a su tierra de origen por motivos laborales siempre es una buena noticia y más si se trata de una persona del calibre de Mario M. Martínez (Monzón de Campos, 1986), un científico que en 2016 emigró al extranjero y que logró, entre otros méritos, ser nombrado el mejor investigador del mundo menor de 40 años en el campo de los cereales y los granos por la Asociación Americana de Químicos Cerealistas en 2020. Además, un año más tarde, recibió el premio Nils Foss Talent Prize, un galardón que reconoce al científico más talentoso y prometedor a nivel mundial que, en sus primeros años de carrera científica, ha contribuido de manera relevante en la aplicación de tecnologías analíticas para mejorar la sostenibilidad de los productos agrícolas y la calidad y la seguridad de los alimentos. Por si fuera poco, su firma aparece en 110 trabajos, fue citado en más de 4.000 investigaciones y ha asegurado seis millones de euros para su programa de investigación.
Ingeniero agrónomo con un máster en Calidad, Desarrollo e Innovación de los Alimentos por la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias (Etsiiaa) del campus de LaYutera, se doctoró en Química en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valladolid (UVa) y en la misma semana que defendió su tesis fue reclutado como investigador postdoctoral por la Universidad de Purdue (Estados Unidos), donde permaneció un año y medio, realizando en ese tiempo una estancia en la Universidad de California. «Purdue es una universidad con un programa muy bueno de ingeniería y es famosa, entre otras cosas, por su egresado Neil Armstrong, la primera persona en pisar la superficie lunar», explica. En esta etapa, continuó su formación en el laboratorio del catedrático Bruce Hamaker, «un referente en el mundo de la Química de los hidratos de carbono y la fibra dietética».
A continuación, se desplazó a Canadá, donde logró su primera plaza como investigador principal y profesor en la Universidad de Guelph. «Permanecí durante tres años y formé mi primer grupo de investigación», comenta el palentino, que regreso a Europa en plena pandemia de coronavirus. «Contactaron conmigo de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), una de las mejores del mundo (top 100 en el mundo según el ranking de Shanghai), y cambié. Por aquel entonces, era la 69ª mejor del mundo y estaba entre las treinta primeras en el ranking de Ciencia de los alimentos», añade. En esta misma universidad, en el año 2022, fue galardonado con el proyecto Sapere Aude, equivalente a los prestigiosos contratos ERC en Dinamarca, y consiguió cerca de un millón de euros para su programa de investigación. Asimismo, ascendió a profesor titular.
El pasado noviembre consiguió uno de los prestigiosos contratos Consolidación Investigadora de la Agencia Española de Investigación, que están encaminados a la atracción de talento, y la dotación de 200.000 euros para ayudarle a montar su programa en España. A mediados de mayo fue nombrado profesor titular de universidad en el área de Tecnología de Alimentos en la UVa y el lunes tomó posesión del cargo en la Etsiiaa.
Además, mantiene varias afiliaciones secundarias, ya que sigue siendo profesor adjunto al Centro Whistler de Investigación de Hidratos de Carbono de la Universidad de Purdue y mantiene su grupo de investigación en Dinamarca, del que forman parte 20 investigadores, incluyendo estudiantes de doctorado e investigadores postdoctorales. De hecho, una de sus ideas es conectar la UVa, donde tiene a dos estudiantes de doctorado bajo su responsabilidad, y Aarhus. «Los considero un mismo grupo y mi objetivo es que mantengamos reuniones como una misma unidad», subraya.
Terminó su doctorado en 2016 y siguió vinculado al mundo académico. ¿Por qué razones se fue al extranjero?
En primer lugar, la decisión de seguir en el mundo académico la tomé antes de irme a Estados Unidos. Por eso, hice el doctorado. En España, con esta titulación, en la industria hay pocas opciones. Pienso que un doctorado es para hacer producto de alto valor añadido o desarrollo tecnológico. Esa es mi filosofía y soy tajante en este aspecto.
Me fui al extranjero porque es muy enriquecedor y era una opción que tenía ahí. Creo que es muy bueno, y por muchos motivos, que la gente vaya a otros lugares a formarse. Nos tenemos que exponer a diferentes personas, contextos, técnicas y conocimiento. Y eso solo se puede yéndose a otro lado.
¿Qué diferencias vio entre La Yutera y las diferentes universidades en las que ha estado a la hora de enseñar?
La formación en España, tanto en la Etsiiaa como en otros centros universitarios, es muy buena, amplia y profunda, sobre todo a nivel de grado. Incluso es más profunda que en otras universidades en las que he estado en el extranjero. Muchas veces, los estudiantes en España tienen el concepto erróneo de que la educación de fuera podría ser mejor, pero creo que no lo es. Además, hay profesores muy buenos en todos los lados. Los alumnos de aquí pueden aprender mucho y la UVa es y será referente en la educación superior de la región, España y el extranjero.
¿Y en la investigación?
He estado en tres sitios muy diferentes entre sí. Buscar financiación es duro en todos los lados, pero si tienes buenas ideas en todos los sitios te van a dar dinero. Y eso incluye a España.
Entre sus reconocimientos acreditados, cabe destacar que fue nombrado mejor investigador menor de 40 años en el ámbito de cereales y granos por la Asociación Americana de Químicos Cerealistas y que recibió el Nils Foss Talent Prize. ¿Cómo se sintió al recibir estos premios?
Es bueno que reconozcan mi trabajo, aunque al final estos premios no cambian nada. Quiero decir, que voy a seguir haciendo lo mismo porque hago lo que me gusta. Si no me lo hubieran dado, nada hubiera cambiado. Es un trabajo muy vocacional. Aunque, obviamente, me sentí muy agradecido tanto con los que me concedieron el premio como con el grupo de trabajo, ya que es una tarea de todos. En general, el premio se lo dan al jefe, pero lleva el trabajo de mucha gente.
Cuando recibió el premio Nils Foss Talent Prize, el jurado destacó su mentalidad innovadora y multidisciplinar al utilizar numerosas tecnologías analíticas y desarrollar algunas nuevas para profundizar en la comprensión de la estructura molecular de macromoléculas y como esta afecta a su funcionalidad para desarrollar alimentos más saludables o materiales biodegradables. Pero también hizo hincapié en su capacidad para captar fondos públicos y privados para sus investigaciones. ¿Las administraciones públicas españolas apoyan la investigación?
Ha habido un cambio a mejor en el Gobierno de España. De hecho, el programa Consolidación Investigadora de la Agencia Estatal de Investigación es una de las razones por las que estoy en Palencia. Han creado nuevos programas de financiación para atraer talento y, en este sentido, ha mejorado la situación en España. Sin embargo, no nos debemos confiar y tenemos que seguir mejorando, incrementando la inversión en investigación y actualizando el sistema de investigación a un sistema moderno y dinámico.
¿Qué haría falta para que regresaran más investigadores españoles del extranjero?
En el caso de las empresas, generar un producto con valor añadido o con base tecnológica que requiera de los servicios de estas personas. Y en lo referente a la universidad, la consolidación de contratación a través de vías de excelencia y no de otros factores en los que el profesionalismo y la investigación quedan relegados al segundo plano.
Y en los países donde ha estado. ¿Por qué vías llega la financiación a la investigación?
En Dinamarca, el dinero viene de fundaciones de empresas privadas y del Gobierno. Esto quiere decir que las empresas privadas tienen dinerales que están generando a través de vender productos de un alto valor añadido. Un ejemplo de ello es la fundación de Novo Nordisk con la GLP-1 dirigida a los diabéticos y que además ayudan a combatir el sobrepeso.
Para ello, han invertido grandes cantidades de dinero, pero ahora están cosechando sus frutos, algo que nunca vamos a poder llegar vendiendo, por poner un ejemplo, un producto de bajo coste. EEUU también es un buen país para investigar en la empresa privada o en la universidad. En este caso, la financiación es más gubernamental, no hay tanta fundación de empresas privadas.
¿El modelo de financiación a la investigación a través de fundaciones de empresas privadas sería interesante que se aplicase en España?
En España nos extraña, pero estas fundaciones financian todo tipo de investigaciones y no solo las que les interesan directamente, que también son financiadas en forma de contratos privados. No están tan interesadas en los resultados de la investigación, sino en generar un buen tejido investigador de alto nivel. Esta financiación podría, por ejemplo, ayudar a la adquisición de infraestructura puntera. Pero claro, de hacerse, tendría que hacerse bien. Estas fundaciones en Dinamarca reparten los fondos de manera justa, sin intereses políticos ni intereses personales.
¿Cuáles son sus principales líneas de investigación en la actualidad?
Tengo abiertas bastantes líneas porque tengo financiación. La más destacada, que es donde más gente dispongo, es una investigación que está centrada en entender las interacciones entre polifenoles e hidratos de carbono y las implicaciones que tiene sobre la salud si estos compuestos se consumen directamente y la bioactividad de los posibles biomateriales que fabriquemos a través de ellos, como los bioplásticos.
También trabajamos con fibra dietética, procesos de extracción, encapsulación, estabilización y diseño de nuevas estructuras (ya sean alimentos, ingredientes en polvo, bebidas o sustancias para la industria farmacéutica).
Por poner algún ejemplo, con estos trabajos se podría elevar el contenido en fibra de un alimento sin que genere malestar intestinal, así como disminuir el índice glicémico de un alimento sin perder calidad sensorial o fabricar un bioplástico para envasar alimentos que aumente la vida útil del alimento y que, además, sea completamente biodegradable.
¿Cómo han podido mejorar la calidad de los alimentos estas investigaciones?
Mi filosofía es intentar trabajar con problemas importantes, como la nutrición y salud humana, la manera de producir de forma sostenible y la manera generar sistemas alimentarios resilientes a factores estresantes, como el cambio climático. Por ejemplo, hemos desarrollado productos ricos en carbohidratos que proporcionan una liberación sostenida de glucosa, que han dado como resultado un aporte de energía sostenida a lo largo de la mañana por muchas horas. Con ellos te sientes sin hambre y con energía durante más tiempo y no necesitas comer inmediatamente o tan a menudo.
También hemos producido fibra dietética con fermentación lenta, permitiendo cerrar la brecha que existe entre el consumo recomendado y real de fibra dietética, de forma que no resulte en malestar intestinal. En el tema de la sostenibilidad, podría destacar nuestro trabajo para fabricar bioplásticos procedentes de biomasa vegetal y con mayor resistencia al agua -y sin el uso de catalizadores nocivos para el medio ambiente- o la fabricación de nanopartículas deformables para el cuidado facial.
¿A qué retos se enfrenta la innovación de los alimentos?
Todos se pueden mejorar y no solo hablo de reducir costes. Es más, creo que deberíamos ir más allá. Ya sabemos hacer productos baratos. Ahora hay que intentar fabricar productos con muy alto valor añadido. ¿Y si fabricamos alimentos procedentes del reino vegetal que puedan actuar como medicina? Es decir, alimentos con los que, entendiendo todas sus estructuras moleculares y las composiciones químicas con precisión, podamos controlar, también de manera precisa, las respuestas metabólicas derivadas de su consumo.
¿Qué puntos fuertes tiene la Etsiiaa?
Los beneficios de pertenecer a la UVa, una universidad grande que está muy bien localizada en la región y en España. Este punto para mí es clave. Tenemos un potencial de producir materias primas brutal en la zona. La UVa está haciendo las cosas muy bien a la hora de reclutar gente joven (yo soy un ejemplo) y de equiparse con infraestructura puntera.
¿El alumnado es consciente de ello?
Es consciente del potencial cuando sale, cuando termina los estudios, aunque a veces, cuando entran, lo hacen desmotivados. Esto se debe a que el primer curso de cualquier ingeniería es difícil y se enfrentan a asignaturas complicadas. Pero como cualquier ingeniería, la Agraria tiene un amplio espectro de trabajo. El grado es solo es el primer paso. En la rama alimentaria, tampoco faltará el trabajo porque hay que producir alimentos y la industria alimentaria necesita cambiar la forma en la que los produce, reclamando cada vez más profesionales del sector.
¿Y la ciudad?
Yo diría que no. Es un aspecto que me mosquea porque muchas veces no valoran a la escuela lo suficiente. Es interesante lo que se hace en Palencia y en la UVa en general. De hecho, se posiciona como primera universidad de Castilla y León en número de patentes nacionales e internacionales.
¿Su futuro está en Palencia?
Sí, si quiero puedo quedarme aquí para siempre. Me encanta el eje Palencia-Valladolid (para mí una misma ciudad por cercanía) y me gusta vivir en Palencia. Cuando estaba en Canadá me compré una vivienda para tener más cómodo el regreso a la ciudad. De hecho, aun viviendo fuera, pasaba muchos meses al año en España, bien de vacaciones o con trabajo a distancia. Así que ahora estoy mejor porque puedo vivir aquí, a pesar de mis repetidos viajes fuera de España. Soy palentino y mi familia y mis amigos están aquí. Y tengo ilusión por empezar a crear un programa de investigación en Palencia.