...Y me dijo mi amigo Rubén: Tengo que llevarte un día a visitar una biblioteca en pleno monte, sin más atisbo de vida en su entorno que la rural Naturaleza tanto viviente, como campestre, ya que lo único vivo que se puede descubrir son pájaros, lagartijas y todos sus etcéteras, y a ti, que has sido tantos años bibliotecaria, te aseguro que te va a dejar boquiabierta. Y fuimos, y así me quedé: Tremendamente sorprendida. Después de recorrer caminos y senderos entre trigales nacientes y árboles murientes, precipicios, piedras y pedruscos y más... y más... y más, Rubén, Lorenzo, padre de Rubén, y yo, llegamos a la meta. Y allí, tras descender con mucha dificultad por un terreno inseguro,... ¡llegó mi sorpresa! Sí, porque en un corrillo acotado por piedra natural y primitiva, se encuentra... ¡que sí, una biblioteca! La puerta, para entrar a ella, es muy fácil de abrir, porque está sólo a prueba de un pequeño cerrojo que da paso a un espacio reducido con suelo cubierto de paja a modo de alfombra, y allí, ¡asombroso!, una larga estantería alberga... ¡muchísimos libros!, y algunos de ellos de magníficos y prestigiosos autores, incluso colecciones completas en condiciones estupendas en encuadernación, y sin deterioros. En un cuaderno, sobre un banzo, hay firmas de visitantes, yo estampé la mía. En la puerta de entrada, y por la parte exterior, un gran cartel, que casi la cubre, cuenta ni más ni menos que todo esto: «TENADA. Cobertizo para recoger ganado. ¡Ayúdanos a conservarla! Esta tenada fue construida por mi familia con mucho esfuerzo y trabajo durante muchos años, aprovechando los ratos libres y las temporadas de menos trabajo en el campo para ir levantándola poco a poco. Todas las piedras fueron recogidas, cargadas y traídas con sus propias manos, y el agua que se necesitó para preparar el adobe se trajo de muy lejos con la ayuda de la yegua. Las duras condiciones de trabajo en la época de nuestros padres, abuelos y bisabuelos son difíciles de imaginar hoy en día, pero en los muchos edificios que nos dejaron, corrales, tenadas, chozas, colmenares, bodegas... tenemos testimonio de cómo vivieron y trabajaron. En septiembre de 2007 decidí recuperar esta tenada. Creo que la mejor manera de reconocer a la gente de nuestra tierra lo duro que trabajaron es conservando lo que nos dejaron. En muchas otras regiones y países, la cultura que dejaron sus antepasados es hoy el orgullo y testimonio de su pueblo. Por eso os pido, a vosotros, los jóvenes, que me ayudéis a cuidarla y mantenerla en buen estado para que también vuestros hijos puedan disfrutar de nuestra cultura. Todos podemos sentirnos orgullosos de nuestra tierra si la cuidamos con cariño. ¡Gracias por ayudarnos a conservarla!».