Luis tenía 18 años cuando desapareció el 14 de agosto de 1983 en Ronda (Málaga). 40 años después su cadáver ha sido identificado gracias al Sistema de Información de Personas Desaparecidas y Restos Humanos (PDyRH), que ha intensificado su labor con un objetivo prioritario: cerrar el duelo de las familias que buscan a su allegado desaparecido.
El de Luis (nombre ficticio de un caso real) es solo un ejemplo más de entre los resultados que se están logrando en la identificación de desaparecidos de «larga duración» después de que en 2010 se creara el PDyRH, administrado por la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior, y en 2020 el departamento de Calidad de Dato e Identificación.
Tanto es así que en el último año con datos cerrados, 2022, se llegaron a identificar 185 cadáveres y restos humanos, lo que supone un 58 por ciento más que el ejercicio anterior. Aún así, en la base del sistema PDyRH se contabilizaban a 31 de diciembre del año pasado 4.599 hallazgos de restos, de los cuales 3.517 aún no se habían identificado.
El informe de 2022 cifra en 209 los cadáveres hallados sin identificar, de los que un tercio se encontraron en el mar, en la playa o litoral o en aguas interiores.
Además, el 10,5 por ciento se encontraron en Murcia, el 8,6 por ciento en Almería, el 8,1 en Alicante y un porcentaje idéntico en las Islas Baleares.
Poner nombre y apellidos a esos restos no es una tarea fácil, sobre todo porque muchos de los cadáveres que figuran en el sistema se encontraron cuando el ADN era un artículo de lujo, caro y apenas utilizado por las fuerzas de seguridad. Es decir, antes del año 2000, y en una época en la que la huella estampada en el DNI aún no estaba digitalizada.
De todos modos, las fuerzas de seguridad «no dejan nunca de investigar una desaparición», porque detrás de cada caso hay familias y amigos que tienen derecho a «cerrar el duelo», como recalcan el comandante de la Guardia Civil Marcial Bravo, coordinador de los departamentos del Centro Nacional de Desaparecidos, y el también miembro del instituto armado y jefe del departamento de Calidad de Dato e Identificación, Francisco José Gómez Herrero. El objetivo es claro: que todas las denuncias acaben en la base del PDyRH
A todas estas dificultades se suman que hasta hace no mucho cada Policía contaba con su propia base de datos de desapariciones y no estaban interconectadas, lo que dificultaba la identificación e, incluso, la impedía. En cambio hoy todas las denuncias a las fuerzas de seguridad confluyen en el sistema PDyRH, que las coteja con los cadáveres hallados y muestra las coincidencias. Al sistema se adhirieron hace tres años el Instituto Nacional de Toxicología y los institutos de Medicina Legal.
Datos clave
A veces las denuncias aportan una información muy genérica. Por eso, como explican Bravo y Gómez Herrero, el sistema utiliza un «módulo de expediente», basado en un documento de Interpol de 18 páginas, que recoge una descripción completa del cadáver o los restos, desde la fecha y lugar del hallazgo hasta la fecha aproximada de la muerte, entre otros numerosos detalles: piercing, tinte del cabello, prótesis...
Los datos odontológicos son esenciales en la identificación: empastes, endodoncias, coronas... Como también lo es el ADN, una muestra que sí se recoge desde el año 2000 a cada cadáver sin identificar hallado. Antes, debido a su carestía, se hacía de forma muy restrictiva, recuerdan los expertos.
Fundamental es también incorporar fotografías del momento del hallazgo, pero los expertos advierten de que reconocer el cadáver solo por la foto «no es científico» aunque alguna vez los jueces los hayan dado por válido. «Interpol no lo recomienda» como método de identificación porque el estado de shock del familiar puede llevarle a error. «Ha pasado», añaden.
Antes de 1990 el DNI no estaba digitalizado, de tal manera que la impresión dactilar de cada persona quedaba plasmada en una ficha de cartón que la Policía Nacional conserva en sus archivos.
Pese a ello, las oenegés recomiendan el uso de la fotografía para identificaciones en flujos migratorios. Y han servido también recientemente para reconocer cadáveres de desaparecidos de larga duración, como el de Luis, cuyo cuerpo fue encontrado arrollado por un tren al día siguiente de salir de casa para irse de camping con un amigo.
Pero no se supo que ese cuerpo era el de él hasta este año, cuando el sistema PDyRH pudo cotejar las huellas dactilares del cadáver con fichas del DNI aportadas por la Policía y se produjo la coincidencia.
Una vez constatada la identidad, lo prioritario fue comprobar si la madre de Luis vivía. Con 87 años, esta mujer pudo cerrar el duelo cuatro décadas después. «Mientras no hay evidencia de muerte, hay esperanza de vida», dicen los expertos parafraseando al periodista Paco Lobatón.
Otro caso resuelto recientemente por este mismo método fue el de otro joven de 25 años que desapareció en Granada en septiembre de 1990. Su hermano lo denunció casi 28 años después. El cadáver hallado en octubre de 1990 en un parque de Lleida se correspondía con el desaparecido.
También se ha identificado este año a un joven que desapareció hace 42 años y cuyo cuerpo fue hallado en el mar.
Bravo y Gómez Herrero subrayan el trabajo de los responsables del sistema para mejorar permanentemente los procedimientos y métodos de investigación y para adoptar nuevas medidas que han quedado plasmadas en el I Plan Estratégico en materia de personas desaparecidas.
Migrantes
Se estima que decenas de los cadáveres sin identificar se corresponden con migrantes que murieron en su intento de llegar a España, aunque no hay cifras exactas.
Con ellos se sigue el mismo protocolo que con el resto de cuerpos, pero el problema más notable con el que se encuentran los expertos a la hora de identificarles es no poder disponer de muestras de referencia.
Pero el Centro de Desaparecidos no tira la toalla y en el citado plan estratégico se incluye una medida tendente a incrementar la sensibilización de los países del norte de África sobre la problemática de las personas desaparecidas.
Así, el objetivo es extender a esos países el método de trabajo del sistema PRÜM, en el que un buen puñado de países europeos comparten datos para facilitar las identificaciones de aquellos cadáveres que son encontrados indocumentados.