Ahora que estamos en mayo, el mes de las flores por excelencia, el mes de la primavera en cuanto a su mayor efervescencia; a nuestro lado nuestros campos se encuentran pletóricos de naturaleza y vida que nos muestran por doquier, a poco que interactuemos con ellos; esto es, que los visitemos, que nos acerquemos a contemplarlos. Que ellos sabrán ponerse sus mejores galas para mostrarnos toda la belleza que son capaces de abarcar; y sólo para agradarnos y hacernos felices; sabiendo que nosotros habremos colaborado en parte con nuestras acciones en positivo a que ellos luzcan ahora así de espléndidos y atractivos a nuestra contemplación.
Conscientes de que nosotros, por nuestra parte, sabremos admirarlos en toda su extensión, y agradecerles el que estén ahí para proporcionarnos alegría, descanso y paz; e inspiración a veces para que puedan producirse las más bellas creaciones literarias, cual es el caso de los poetas; que ejemplos de estos últimos tenemos a montones.
Aunque claro, visto lo visto y a juzgar por lo que estamos viviendo en los últimos días, seguro que también padeciendo, no está el tiempo entre nosotros para muchas primaveras, entendidas estas tal como más arriba las describo. Que lo que estamos pasando más bien pareciera un tiempo de invierno, pues muestras de ello está dando a manos llenas.
Y es que ya lo dice también el refranero, «cuando el invierno primaverea, la primavera invernea»; y no falla, acierta de pleno. Porque, en la presente situación, bien recordamos aquellos días de primavera adelantada que tan de buena gana recibimos y hasta disfrutamos como si en ella estuviésemos.
Si bien, los más viejos del lugar ya nos advirtieron que nos anduviésemos con cautela y no guardásemos aún las prendas de abrigo, porque al invierno todavía no se le había comido el lobo, sino que daría la cara más adelante.
Y así ha sido, porque de qué si no estas heladas, un tanto tardías si así se quiere, que han vuelto a visitarnos por estos lares, dando al traste con muchos tipos de cultivos aún en flor o en pleno retoñar.
No es esta mi primavera, a la que tanto admiro, sino la que mi sangre altera.