Mientras una parte de la clase política española presume de que la economía «va como un cohete» y asume con cierta resignación las cifras de más de 2,58 millones de parados a cierre del pasado septiembre, hay un fenómeno en el que no se repara lo suficiente, como es la fuga de talentos que, para muchos economistas, es ya un problema que se ha cronificado y tiene una difícil solución.
Ante esta realidad, la economía nacional se enfrenta al grave desafío que supone la emigración de jóvenes cualificados en busca de mejores oportunidades en el extranjero.
Según un informe de la Fundación BBVA-Ivie, en 2018, el número de profesionales que abandonaron el país superó los 310.000 y, en 2022, se disparó hasta los 426.000, es decir, cada mes se fueron a trabajar a otra nación unas 35.500 personas buscando un futuro que en España no encuentran, a pesar de ser las generaciones mejor formadas y en las que más recursos se han invertido en educación, tanto por parte del Estado como de las familias.
Los expertos sostienen que este éxodo de capital humano no se limita solo a cifras, sino que afecta directamente a la productividad de los empleados. Cuando el talento abandona una organización, las consecuencias son siempre negativas, con descensos en rentabilidad, pérdidas económicas, desaparición del conocimiento de los sistemas de fabricación y de su cultura corporativa o la disminución en las tasas de competitividad.
Este proceso de descapitalización es bastante lento, pero acaba empobreciendo poco a poco al país. De hecho, se calcula que el valor de la diáspora de profesionales cualificados que sumó España en 2022 ronda los 155.000 millones en pérdidas. Es decir, el equivalente al 11,92% del PIB, casi lo mismo que aportó el turismo ese año o el gasto en pensiones.
Los analistas consideran que lo peor no es que se vayan, sino que se dirigen mayoritariamente a países que son los mayores competidores directos de la economía nacional como, por ejemplo, el Reino Unido, gran parte del norte de Europa, Alemania, Dinamarca e, incluso, a estados como Estonia, Chequia o Polonia, donde sus economías ya están superando las cifras del PIB español en cuanto a renta per cápita, o están muy cerca de hacerlo en los próximos años.
Asimismo, este fenómeno que está en datos récord, puesto que nunca antes se registró tal fuga de talento, no solo crea un vacío económico inmediato, sino que augura complicaciones a medio plazo para la marcha de las empresas del país ante una población marcada por un envejecimiento progresivo.
Para los especialistas en economía laboral, los números de esta dura realidad reflejan que la justificación de este problema es que el mercado nacional no trata bien a los mejores trabajadores en cuanto a condiciones profesionales, económicas, de flexibilidad o conciliación.
El estudio del BBVA-Ivie sostiene que del total de emigrantes de España en 2022, la gran mayoría se correspondía con perfiles digitales, donde la rotación de este tipo de trabajos cualificados alcanza el 20%. Se trata de un dato que explica la carencia que existe de importación de profesionales especializados para abordar las necesidades del mercado laboral nacional.
Diversificar
Asimismo, los expertos defienden que desde el ámbito empresarial, además de mantener el talento existente, también hay que trabajar en diversificar y fortalecer equipos mediante la atracción de especialistas de otros países que ayuden a mejorar el sistema productivo nacional con la incorporación de nuevas tecnologías que favorezcan la competitividad con los mercados más exigentes.
En este sentido, explican que la importación de talento, además de potenciar la resiliencia de la empresa, crea un entorno de trabajo dinámico, con mayor riqueza cultural y en constante evolución hacia retos de eficiencia, sostenibilidad y competitividad, que son las metas que ya han alcanzado las grandes potencias con multinacionales de gran expansión a nivel internacional.