¿Para qué necesita Sánchez 1.500 asesores si él se basta? Una vieja canción francesa cuenta los problemas de una familia de la aristocracia cuando la marquesa se ausenta por unos días. El mayordomo la llama para informarla de que su yegua favorita ha muerto quemada en el establo -hoy se habría quemado el Lamborghini, claro-, pero enseguida la tranquiliza: a pesar de esa desgracia, todo va bien en la casa. Luego añade que el establo ardió porque el castillo sufrió un incendio. "Pero todo va bien, señora marquesa, no se preocupe", insiste el mayordomo. Lástima, prosigue, que al enterarse de la ruina, el marqués se suicidó. "Aparte de eso, señora marquesa, concluye el mayordomo, todo va bien, muy bien, excelentemente bien".
El mayordomo es un aprendiz al lado de Pedro Sánchez. Nadie como él para decir que todo va bien un día tras otro, después de pactar con quien consideraba que habían dado un golpe de estado, indultarlos y aprobar una amnistía para fugados y delincuentes contra lo que dice la Constitución. Pero todo va bien porque para eso está Conde Pumpido y el Tribunal Constitucional.
Nadie como Sánchez para aprobar el cupo catalán, un concierto como el del País Vasco y Navarra, que rompe la igualdad entre los ciudadanos y las comunidades autónomas y consagra los privilegios de unos pocos frente a todos los demás. Todo va bien, señora marquesa.
Nadie como Sánchez para enviar al Congreso a explicar lo inexplicable del cupo catalán a la vicepresidenta Montero, contraprogramar esa comparecencia con otro acto propagandístico presidido por él y que la vicepresidenta no explique nada salvo que "el acuerdo dice lo que dice y no dice lo que no dice", frase que los hermanos Marx hubieran firmado como propia. Todo va bien, señora marquesa.
Nadie como Sánchez para convocar al Comité Federal de su partido para explicar el pacto fiscal catalán y no decir una sola palabra sobre el mismo, ante las ovaciones, puestos en pie, de la inmensa mayoría de los altos cargos socialistas. Todo va bien, insisto, señora marquesa.
Nadie como Sánchez para crear un problema con la inmigración, hacer viajes para ocultar la falta de una política de Estado, ignorar al Gobierno canario, eludir la ayuda ofrecida por Frontex, no visitar, pese a haber pasado las vacaciones a tiro de piedra, ni un solo centro donde se hacinan los migrantes, muchos de ellos menores de edad, y echar la culpa a la oposición. Todo va bien.
Nadie como Sánchez para no dar ni una sola explicación sobre los supuestos negocios ilícitos de su mujer y de su hermano, también de algún ex ministro -callado y obediente hasta que la basura le ha caído encima, echada por los suyos-, tratar de controlar a los medios de comunicación, a los jueces a través de su órgano de Gobierno y con la Abogacía del Estado en cuestiones privadas. Tranquila, señora marquesa, todo va bien.
Nadie como Sánchez para decir que si hay que ignorar al Legislativo, se hace y punto. Nadie como él para decir que "el debate no es entre territorios sino entre modelos" y no acudir al Parlamento para explicar cuál es su modelo ni reunir la Conferencia de Presidentes de Comunidades Autónomas para debatirlo allí, antes de romper la caja del Estado para mantener el apoyo de los independentistas.
Nadie como Sánchez para acercarse al abismo gritando "todo va bien, señora marquesa. Freiremos a impuestos a los ricos que se pasean en Lamborghini", que, si no se le ocurrió a él, seguro que fue idea de unos de esos 1500 asesores bien pagados de Sánchez. Y los suyos le aplauden.