En los rincones más puros y antiguos de la Montaña Palentina, bajo la sombra de los robledales y pinos y junto al murmullo de los ríos Pisuerga y Carrión, he tenido la fortuna de compartir caminos con un verdadero amante de estas tierras, Froilán de Lózar. Su amor por esta tierra se expresa en cada palabra que escribe, en cada piedra de los antiguos senderos que recorremos, en cada cumbre que toca el cielo: Curavacas, Espigüete, Peñalabra, y el majestuoso Pico Tres Mares.
Froilán es un guardián del arte románico que adorna las iglesias de la región, templos que encierran siglos de historia y fe, y que él supo describir con una precisión casi poética en sus artículos semanales para Diario Palentino.
Su pluma no solo narra paisajes, sino que también eleva la voz de otros escritores, promoviendo la cultura literaria de nuestra Montaña Palentina en cada publicación que comparte en redes sociales, desde Facebook hasta Twitter e Instagram.
Juntos hemos explorado los valles, bosques y múltiples parajes de esta tierra palentina, sintiendo ambos la misma emoción cada vez que una vista nueva se abre ante nosotros.
Caminando a su lado, he comprendido la verdadera esencia de la Montaña Palentina y he aprendido a ver sus misterios y bellezas con ojos nuevos. En Froilán encontré no solo a un amigo, sino también a un maestro en el arte de amar esta tierra.