Fagos 'come' bacterias

Noemí G. Gómez (EFE)
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Los laboratorios de investigación bullen buscando la manera de frenar a los patógenos resistentes a los antibióticos y estos virus podrían ser el camino para hallar nuevas terapias en los cuadros más complicados

Fagos 'come' bacterias - Foto: Imagen de Freepik

Las bacterias resistentes a los antibióticos están aumentando en todo el mundo y cada vez es más complicado hallar nuevos fármacos, por lo que enfermedades como la tuberculosis o la neumonía son difíciles -a veces imposibles- de tratar. La ciencia busca alternativas y una de las más prometedoras es la terapia fágica. Aún en fase experimental, pero con casos de éxito en diversos hospitales del mundo, como el de una mujer con una infección por Klebsiella pneumoniae, víctima del atentado de 2016 en el aeropuerto de Bruselas, este tratamiento utiliza unos virus llamados bacteriófagos o fagos, que infectan exclusivamente a bacterias.

Se ha demostrado que son capaces de combatir las infecciones bacterianas más complejas, sobre todo cuando se combinan con antibióticos, resumen los investigadores Iñaki Comas y Pilar Domingo-Calap.

Los antibióticos representan uno de los descubrimientos más revolucionarios. Sentaron los cimientos de la medicina moderna, permitiendo no solo curar infecciones antes letales, sino realizar intervenciones transformadoras como trasplantes, menciona el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en un monográfico de su colección Ciencia para las Políticas Públicas. Por desgracia, agrega, su uso excesivo ha causado un aumento espectacular de resistencia en las bacterias -que mutan-. Esta es hoy una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo, y su aumento está adquiriendo niveles peligrosos, indica la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Según un estudio que se publicó en The Lancet, que analizó 204 países, cada año fallecen 1,2 millones de personas por infecciones resistentes a antibióticos y este número podría multiplicarse por 10 en 2050. Se necesitan acciones urgentes.

«Cada vez es más difícil encontrar un antibiótico que sea realmente nuevo, por eso hay que buscar alternativas, y una de las más interesantes es la terapia con fagos», declara Iñaki Comas, del Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV) y coordinador de la Plataforma Salud Global del CSIC.

Un siglo de historia

Los bacteriófagos se descubrieron hace algo más de un siglo por el microbiólogo franco-canadiense Félix d'Herelle, quien en 1919 usó por primera vez la terapia con pacientes. Sin embargo, el hallazgo de la penicilina en 1928 y su posterior comercialización y boom de los antibióticos desbancaron la investigación de la fagoterapia, menos en algunos países de la antigua Unión Soviética, como Georgia, que aunque con altibajos en su trayectoria hoy es referente a través de su Instituto George Eliava, en Tiflis (Eliava trabajó con d'Herelle y fue ejecutado en 1937).

Pero con los años, y en gran medida por el mal uso -años de antibióticos sin receta médica y abuso en agronomía- empezaron a surgir resistencias, provocando estancias hospitalarias más largas y aumentando la mortalidad y los costos; por ejemplo, un caso normal de tuberculosis cuesta tratarlo en Europa unos 200 euros, pero 30.000 euros si la bacteria Mycobacterium tuberculosis es multirresistente. En cuadros límites, cuando es extremadamente resistente, pueden aumentar hasta los 200.000 euros.

Precisamente esta multi y superresistencia, para las que no funcionan los antimicrobianos en el mercado, son las que preocupan y han hecho que el foco científico vuelva a los fagos.

Carrera armamentística

Los bacteriófagos son virus que infectan y matan bacterias, son virus muy abundantes en la naturaleza y muy específicos, explica Pilar Domingo-Calap, del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio, CSIC-Universitat de València). Reconocen una bacteria concreta y la utilizan; usan la maquinaria celular de esta para crear nuevos virus y entran en una especie de «carrera armamentística» contra la bacteria hasta lograr erradicarla. Eliminan, por tanto, solo a las bacterias patógenas causantes de la enfermedad, una habilidad que convierte a esta terapia en una buena candidata para la medicina personalizada, de precisión.

Pero esta especificidad también puede ser una desventaja porque hay que buscar una mezcla adecuada de fagos para cada tipo de infección y al ser un virus, a diferencia de un medicamento con estructura química, su farmacodinámica es casi imposible de predecir y medir.

En cada paciente el resultado es diferente, por eso hay que cambiar la forma en la que hacer ensayos clínicos y cómo entender los resultados. «Vamos hacia una medicina muy personalizada», agrega Domingo-Calap.

Falta, además, una regulación adecuada, aunque ya se es taá trabajando en ello a nivel europeo. Ahora solo se pueden usar fagos como terapia compasiva y existen numerosos casos de éxito, algunos también en hospitales españoles -con fagos importados de Estados Unidos y Bélgica-. 

Estos ya se empiezan a producir en Españatambién. El laboratorio de Domingo-Calap ha conseguido aislarlos, caracterizarlos y desarrollarlos como herramientas terapéuticas. De hecho, esta investigadora creó en abril Evolving Therapeutics SL, una spin-off ubicada en el parque científico de la Universitat de València para producir soluciones biotecnológicas basadas en estos virus, que ya se han probado en unos pocos pacientes.