Durante setenta años, una gran coalición de conservadores y socialdemócratas, en los últimos años con el apoyo de liberales y verdes, ha gobernado la vieja Europa. Y a pesar de todos los problemas, las diferencias, las guerras, el terrorismo o las crisis económicas, ha permitido el mayor espacio en el mundo de democracia, de libertad, de seguridad- amenazada ahora por la guerra en Ucrania- de solidaridad y de justicia. No hay otro lugar en el mundo donde se viva mejor y con mayor libertad y seguridad, pese a la desigualdad en muchos lugares, y donde, con tensiones, incumplimientos y vaivenes, el Estado de Derecho goce de mayor salud, la democracia de suficientes contrapesos y la política común permita superar crisis de enorme complejidad y profundidad.
Por eso, por la necesidad de consolidar la solidez democrática, afrontar unidos la amenaza de seguridad que supone la agresión de Rusia y la necesidad imperiosa de afrontar con inteligencia y visión de futuro los desafíos que suponen la caída de la natalidad y el envejecimiento de Europa, sus políticas comunes en temas como defensa, Inteligencia Artificial, la competitividad, la agricultura, el desafío climático, la justicia o la inmigración son tan importantes las próximas elecciones europeas y por eso es fundamental ir a votar el 9-J. Está en juego, y no es una manera de hablar, el futuro de Europa.
Decía Benedicto XVI que "la identidad propia de Europa es histórica, cultural y moral antes que geográfica, económica y política. Es una identidad construida por un conjunto de valores universales que el cristianismo ha contribuido a forjar". Los principios del cristianismo y las ideas de libertad, justicia y solidaridad son fundantes de la Europa actual y están en los tratados europeos, el marco jurídico que establece las reglas del juego.
Algunos creen que la pérdida de esos valores, consecuencia de muchos factores como la multiculturalidad, la creciente inmigración, los nacionalismos, los populismos de derecha e izquierda o la secularización amenazan el presente y el futuro. Otros se muestran muy preocupados por el crecimiento de los bloques de ultraderecha antieuropeos y su posible impacto en acabar con el débil consenso en materias como el cambio climático, la inmigración, el derecho de asilo. Los hay partidarios de una Europa que no invierta en defensa e, incluso, de proponer la búsqueda de una paz deshonrosa con Rusia. Algunos creemos que el concepto de la persona y de su dignidad humana constituyen la base de la cultura y la convivencia europea y que la posible inclusión del aborto como derecho fundamental en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea es un ataque a la dignidad de la vida humana. Para casi todos, Europa tiene que seguir garantizando valores tan importantes como el Estado de Derecho, la independencia judicial, la calidad de la justicia y el acceso a la misma.
La cultura, los valores y los propósitos son fundamentales para el futuro de Europa y del nuestro como ciudadanos libres y es clave que sepamos identificarlos y votar a quienes los defienden en sus programas. Las elecciones europeas tienen una clave nacional, sin duda, pero no pueden quedar reducidas a eso ni a personalismos exacerbados. Situar a las personas en el centro de todas las estrategias, fomentar el compromiso europeo de justicia, libertad, solidaridad, colaboración y convivencia y asumir los grandes desafíos para construir una sociedad más justa es lo que nos jugamos. Hay que votar con conciencia europea.