Después de registrar con su cámara los momentos, las miradas, los paisajes y la arquitectura de Nueva York, Cuba, Venezuela, Kenia o Mauritania, José Antonio Carrera detiene su mirada en la comarca de Tierra de Campos para mostrar la belleza de un paisaje en el que los tradicionales palomares se funden con la tierra.
Su interés por la fotografía fue precoz, pero fue la ciudad de Nueva York la que le despertó un vínculo especial, y ahora, con tres décadas de experiencia, pone la comarca de Tierra de Campos en el centro de su último proyecto.
«La fotografía para mi es una pasión y está relacionada con el amor», confiesa Carrera en una entrevista a EFE.
Dice que no podría dedicarse a la fotografía profesionalmente, porque esa aplicación la convierte «en una herramienta devaluada».
Él es más de mirar, observar y volver a mirar. Y para mirar hay que dedicar tiempo y «poner mucho amor».
Recogió ese amor en sus primeros trabajos sobre Nueva York. Después vinieron otros en Cuba, Brasil, Venezuela, Kenia, Mali, Mauritania, Rumanía y Egipto, o en el proceso de construcción de la terminal 4 del Aeropuerto de Madrid, su ciudad natal.
A cada sitio se aproxima de una forma diferente. Lo atestiguan numerosas exposiciones individuales y colectivas, como la última, En Medio del Tiempo, en el palacio Quintanar y la sala Canal de Isabel II.
Paisaje de Tierra de Campos.
Hace cinco años posó su mirada en Tierra de Campos y decidió detenerse. Tenía pendiente la idea de hacer un trabajo en este paisaje humilde, pero poderoso.
«Este paisaje se cruza en busca de la montaña o la playa, pero muy pocos se detienen. Es de alguna forma un paisaje prescindible, y mi investigación trata de buscar la belleza que tiene y mostrarla», explica.
En este tiempo Carrera y su mujer Ana Vázquez, comisaria de sus exposiciones, han pasado largas temporadas viviendo en Villalpando (Zamora) y en Castromocho para empaparse del contexto en todas las estaciones del año.
José Antonio Carrera entiende la fotografía como «una investigación con un componente antropológico», que le permite convivir, mirar y observar.
Iglesias, trigos, pájaros, cementerios, naves, retablos, colmenas, pacas de paja, rebaños de ovejas salpicando un paisaje infinito de llanuras y lomas protagonizan sus fotografías.
Vázquez destaca la intervención de las provincias de Palencia, León, Valladolid y Zamora.
Juntos están recorriendo esta comarca que les lleva a otros lugares y otros tiempos. Por eso ven el campo como una sala de exposiciones al aire libre, los colmenares de abejas dispuestos como una librería antigua, o un palomar que le trae recuerdos de Mali donde la arquitectura de adobe.
Si algo predomina en este trabajo es la presencia del palomar, del palomar «como ruina», como un objeto abandonado en un contexto donde no se le da importancia, como un objeto despreciado.
Dice el fotógrafo que fueron estas construcciones de adobe y tapial las que le «anclaron» a esta tierra, las que dieron sentido y contexto a su trabajo. «Cuando caminas alrededor es cuando tienes ocasión de apreciar su atractivo. Para mi son casi como esculturas biodegradables», afirma.
Desde hace cinco años los observa y fotografía en contraposición con otras arquitecturas de barro, con los tractores, las cosechadoras y las naves que almacenan cereal o ganado. En armonía con las eras, la paja y el trigo. «Son arquitecturas vivas, en constante transformación», continúa.
El conjunto de Guaza de Campos no deja de sorprenderle cada vez que se asoma. Hay conjuntos espléndidos en Torremormojón, en Capillas, en Belmonte de Campos, en Palacios del Alcor. En Tapioles (Zamora) hay un palomar que le «fascina», pero hay otros igual de interesantes en Villafáfila y en Villarrín (Zamora). Y algunos que han desaparecido en visitas posteriores, dejando su huella fundida.
Belleza de la decadencia.
Quiere que su trabajo fotográfico en Tierra de Campos sirva para «dar valor» al paisaje, a los palomares, cuya belleza está precisamente en «la ruina» porque «trato de captar la belleza de su decadencia, quiero ver como se vuelve a mimetizar con la tierra», sentencia.
El resultado, en color y en medio formato, son imágenes humildes, sencillas, simples, que han sido elaboradas de forma exquisita y que sintetizan cinco años de «mirar, caminar y volver a mirar».
El siguiente paso será seleccionar las fotografías que formarán parte de una exposición y una publicación que sintetizarán la mirada de Carrera hacia el paisaje infinito de Tierra de Campos.