Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


Entremedias

30/12/2023

Estamos a mitad de cumplir las órdenes que nos imponen las personas que nos quieren. En torno al veinte de diciembre oímos muchas veces lo de ¡Feliz Navidad! Bueno, pues más o menos felices, ya nos hemos quitado de encima la responsabilidad de serlo en la primera etapa que nos ha impuesto el destino. Ahora, nos queda algo más de la mitad, ya que el asunto se alarga hasta el día siete de enero. No se puede quejar la Virgen María porque a ningún recién nacido se le tributan tantos halagos. Y... ¿hemos sido tan felices como nos ordenan y desean que lo seamos?. Pues... regulín, regular. Sí, porque se acrecientan los recuerdos... duelen las ausencias... gastamos los ahorros en viandas dejando un retencillo para las rebajas que son el postre navideño, y es la ocasión de lograr la prenda soñada por menos dinero... Y por otra parte, todo aquello que comemos hasta atiborrarnos no se ha elaborado solito: la madre, hija, abuela, o nieta, han dado la talla para que el padre, hijo, abuelo, o nieto se hayan puesto moraditos comiendo cosas ricas. Y es que es muy difícil desmantelar lo ya trazado desde hace siglos. La Virgen, y su chiguito, ven los toros desde la barrera, y sabiendo y pensando que son los Reyes de Cielo y Tierra, pero que un día el chaval se hará mozo y en el transcurso de dos o tres meses, el dolor será inmenso, porque en lugar de en un pesebre, estará clavado en una Cruz... mejor dicho ya no estará... Todas estas cosas nos las han decretado, las acatamos desde hace siglos, y tendrán que reconocer que por el sólo hecho de haberlas acatado y de haberlas aceptado confiados, sumisos, sin rechistar y de buen grado, ya llevan implícita la obligación de hacernos felices. En enero, se cerrará la etapa en la que estamos inmersos... y a esperar. Y lo importante es sabernos a nosotros mismos, que somos la mar de majos. En todo este tejemaneje no hay escaños, ni debates, ni zancadillas... Nos regalaron el turrón como paliativo, del... ahora te le nacemos, y todos a adorarle... y ahora te le matamos y todos a llorarle... Así es, pero ha valido la pena. Todo tiene su compensación. Yo, por ejemplo, soy más feliz sacando al niño de la cuna y dándole besitos, que volviendo a introducirlo en ella entre un rebujoncillo de paja donde permanecerá un año. Bueno, pues seamos felices y hagamos felices a los demás, porque de ahí nace nuestra propia felicidad.

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