Editorial

Israel está decidida a llevar a la extenuación a sus enemigos

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A punto de cumplirse el aniversario del ataque salvaje de Hamás en territorio israelí del 7 de octubre, el conflicto, lejos de alcanzar un acuerdo de paz o de rebajar la tensión ya de por sí intrínseca en la zona, no hace sino crecer con las embestidas tecnológicas de estos días a Hezbolá y acercan a la región a una guerra casi inevitable. Los bombardeos mutuos sobre Beirut y desde el Líbano hacen presagiar un conflicto a gran escala, según apuntan todos los expertos después de que se hayan sobrepasado continuamente todas las líneas rojas y se cuenten por cientos de miles las víctimas y heridos.

¿Qué tiene que ocurrir más? La comunidad internacional contiene el aliento y busca de la mano de Estados Unidos frenar el sufrimiento diario al que Israel no está dispuesto a renunciar. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, hace oídos sordos y mantiene su estrategia de emprender una operación para trasladar kilómetros más al norte la frontera libanesa. Tras arrasar la franja de Gaza es la hora de parapetarse del grupo armado Hezbolá y mitigar su crecimiento que amenaza su seguridad, cueste lo que cueste. La ambición israelí es desdibujar la Línea Azul, frontera terrestre establecida por las Naciones Unidas. Hezbolá es una milicia militarmente bien organizada que nada tiene que ver con Hamás y que está preparada para iniciar una guerra abierta de forma inminente.

Sin embargo, y pese a las reiteradas voces de venganza del Partido de Dios, el Estado hebreo se siente cada vez más fuerte. Parece no importarle que la respuesta a la guerra tecnológica de los buscas y los walkie-talkies sea de una manera más contundente que cuando Irán entró de forma tímida y controlada en el conflicto tras el ataque a la embajada de Damasco y el asesinato en la capital iraní del líder de Hamás. La contención en el mundo árabe es mayor que en Tel Aviv porque son conscientes de que una guerra cuerpo a cuerpo, aparte de acercar a la región al abismo, saldrían perdiendo a la vista de estos últimos doce meses de bombardeos, de invasión, abusos e incumplimiento de los derechos humanos con los que ha gozado Israel.

Ni siquiera un Estados Unidos en periodo preelectoral quiere intervenir de una forma directa. Es, junto a los países del Golfo, el único mediador válido y respetado para que no prenda la mecha de una gran guerra que a posteriori sería difícil de parar. Los intentos de países europeos, como España, o de la propia Unión Europea, son inútiles y vistos como aliados de parte del lado palestino. Son tantas las décadas de escaladas y de tensión en la región que el desgaste de la diplomacia alcanza a todas las instituciones intergubernamentales y a las principales naciones que, con o sin consentimiento, han permitido llegar a este punto sin retorno. Israel no tiene visos de parar en un afán de llevar al límite a todos sus enemigos.