Se cumplen diez años de la muerte de la presidenta del PP en León y de la Diputación Isabel Carrasco, asesinada a tiros en plena calle el 12 de mayo de 2014, en lo que llegó a calificarse durante el juicio como un crimen «casi perfecto» de no ser por un testigo que siguió a la autora de los disparos hasta su detención a los pocos minutos de cometerse el crimen.
Un policía prejubilado, clave.
Ese personaje clave para la rápida resolución del crimen fue Pedro Mielgo, un policía nacional prejubilado experto en seguimientos que esa tarde paseaba con su mujer por la pasarela sobre el río Bernesga que une La Condesa con el Paseo de Salamanca en León, donde se produjo el asesinato a las 17.11 horas.
Tras presenciar cómo la autora confesa del asesinato, Monserrat González, descerrajaba tres tiros en la cabeza a una mujer en la parte más alta de la pasarela, dejó a su esposa en el lugar de los hechos, quien avisó a los servicios de emergencias, y comenzó a perseguir a la mujer mientras narraba todo en una llamada que realizó al 112.
Al encontrar un vehículo policial, Mielgo hizo señales para que parase y le indicó que la mujer, que ya se encontraba dentro de su coche, era la autora de un asesinato que se había producido minutos antes.
En ese momento llegó hasta el coche la hija de la autora, Triana Martínez, que venía de introducir el arma en el vehículo de una tercera persona implicada, la agente de Policía Local Raquel Gago.
Esposa e hija del comisario.
Monserrat González y Triana Martínez eran la mujer y la hija del comisario de la Policía Nacional de Astorga (León) Pablo Martínez, fallecido por covid en 2020, que en el juicio declaró haber temido que los disparos se realizasen con su arma reglamentaria, algo que no fue así puesto que habían comprado el revólver en el mercado negro en Gijón.
Gago, que incluso participó como policía en el dispositivo de búsqueda del arma, tardó treinta horas en entregar el revólver que encontró en su coche alegando que se «bloqueó» al conocer la noticia del asesinato y la detención de su amiga Triana Martínez.
Nunca pudo explicar por qué había tomado café con la madre y la hija aquella tarde minutos antes del asesinato y por qué se encontraba en actitud de espera y con su vehículo estacionado en la calle contigua a donde estaba aparcado el coche de las otras dos condenadas.
En el juicio se consideró probado que Montserrat González entregó el arma a su hija en un pasadizo cercano al lugar del crimen y que esta se dirigió al lugar en el que había quedado con Raquel Gago para introducirla en su coche.
Crimen por venganza.
En el juicio sólo Monserrat González confesó el crimen y afirmó que había matado a Isabel Carrasco -que contaba 59 años en el momento de su muerte- y que volvería a hacerlo porque la había tomado con su hija, a la que había echado de la Diputación -tenía un puesto interino como ingeniera de comunicaciones- y estaba cercenando sus aspiraciones políticas, ya que pretendía hacer carrera en el PP, según informa Efe.
«Era su vida o la de mi hija», afirmó rotunda y retadora en el juicio, donde no mostró arrepentimiento.
Las otras dos mujeres negaron haber participado, pero las tres fueron juzgadas entre enero y febrero de 2016 y consideradas culpables de asesinato por un jurado, en el caso de Montserrat González y de su hija, y cómplice a Raquel Gago.
Condenas a 22, 20 y 14 años.
En el juicio, Triana Martínez explicó que mantenía muy buena relación con Isabel Carrasco, pero que todo se truncó cuando se negó a concederle los favores sexuales que le demandaba la dirigente política.
Diez años después del crimen, Raquel Gago es la única de las tres condenadas que ha salido de prisión en libertad condicional, mientras que Triana Martínez y Monserrat González continúan recluidas en el centro penitenciario de Villabona, en Asturias, donde están consideradas como internas conflictivas, tras haber pasado por las cárceles de León y Valladolid.
De poderosa a olvidada.
En el día en el que se cumplen diez años de su asesinato no habrá ningún homenaje en recuerdo a la que ha sido la mujer más poderosa de la historia reciente de la política leonesa, ya que el olvido hacia Isabel Carrasco comenzó el mismo día de su funeral, auspiciado por sus numerosos enemigos, muchos en su partido.
Símbolo del PP leonés y mujer fuerte y controvertida, levantaba con la misma facilidad pasiones que odios debido a su carácter autoritario y a su forma de entender el ejercicio de la política.
De baja estatura, coqueta e inteligente, en 1980 comenzó a ejercer como inspectora de Hacienda y fue en 1987 cuando pasó a ser delegada territorial de la Junta en León, puesto al que llegó de la mano del entonces presidente, José María Aznar.
En 1995 ocupó el puesto de consejera de Economía de la Junta y 24 años después de aquel primer nombramiento en la Junta, Carrasco hizo historia en el PP al conseguir una gran mayoría en la capital leonesa en las elecciones municipales y autonómicas, lo que le otorgó un gran poder dentro del PP.