Días atrás un hombre con criterio intelectual, independiente, Jorge Vilches, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos, especializado en historia parlamentaria y de las ideas del siglo XIX, nos contaba cómo Pi y Margall había introducido la República en España. Una versión documentada recogida en fuentes y archivos. 
Pi y Margall utilizaría tres estrategias para conseguir la implantación republicana. La que ahora nos interesa, es la sumersión de España en el Kaos absoluto con k. Para después de la desorientación e incertidumbre, sacar la solución como mago de chistera: Os entrego, una «nueva» forma de gobierno: la República. Os salvará de todos los males.
A mí el método me recuerda al habido en Valencia con la dana durante las inundaciones: primero no doy ayuda, tardo en enviar el ejército, que me lo pidan con instancia por triplicado y cuando todo sea fango y no se puede más, cuando las sensaciones estén a flor de piel y el pueblo esté dentro de un kaos de incertidumbre, envío la tropa. Y luego doy dinero. Ya está creado el «ángel salvador». 
Es el «cuanto peor, mejor».  Frase del revolucionario socialista ruso del XIX, Nikolái Gavrílovich, cuyos escritos inspiraron a Lenin. Su propósito era deteriorar las condiciones de vida de los obreros y campesinos para precipitar la inexorable revolución. La aceleración de la historia -no incruenta- fue importada un siglo después por el extremismo revolucionario. 
Pero, como los españoles tienen memoria, se revelan contra el sistema de subvenciones porque reconocen los dineros tardíos de Lorca, el volcán de la Palma, la pandemia, grandes catástrofes todas con dinero retrasado. Y al pueblo no se le engaña. 
Por eso se ofrecen cambalaches de trilero. «Me das y te doy». Dice «el salvador»: Os doy la primera parte y para cobrar la segunda habéis de aprobar los presupuestos  ¡Qué feo, qué miseria para con el hundido, avergüenza la bajeza moral de las condiciones! La reciprocidad nace, no se impone. 
El quid pro cuo, o do ut des, siempre esconde una amenaza: «es mejor un buen pacto que un mal pleito». ¿Es tolerable que encima te amenacen?