De que somos romanos no le cabe ninguna duda al escritor Juan Eslava Galán. Para lo bueno, que es mucho, y para lo malo también, pues la civilización de la que somos herederos nos dejó sus pecados, que no eran tan diferentes a los que adolece la sociedad de hoy.
«Somos los hijos de Roma y Grecia matizados religiosamente por la Biblia, el judaísmo y el cristianismo», determina el autor jiennense, para quien el idioma y ley son los dos principales baluartes que recuerdan la grandeza de Roma. «Lo más importante que tiene occidente es que haya leyes y que estas se respeten. Esto no ocurre en otras civilizaciones y esto lo hemos heredado de Roma. Luego están las ciudades, el abastecimiento del agua… todo nos remite a los romanos. Y, por supuesto, la lengua, un idioma global en la actualidad que no deja de ser una evolución, o degeneración del latín».
Y como quien hace la ley, hace la trampa, los romanos eran asimismo tramposos, traicioneros y chanchulleros. «Esto va indeleblemente unido a la Historia de Roma, y también a la nuestra. Lo hemos heredado todo y la corrupción es una de estas herencias», explica. Como ejemplo: entonces ya se gastaban ingentes cantidades de dinero en hacerse elegir en una suerte de actuales campañas políticas. «Una vez electos, los cónsules esperaban tener alguna provincia que explotar y, con ese dinero, hacerse ricos y pagar las deudas que habían adquirido en un entramado de corruptelas muy similar a los actuales», explicaEslava Galán.
Tanto nos parecemos a la antigua civilización que se originó en itálica que hasta su decadencia puede ser nuestro espejo. «Estamos viviendo una decadencia como la que vivieron los romanos. Los bárbaros están asaltando Europa, estamos vendiendo el futuro de nuestros nietos y nuestros biznietos», recalca este sabio escéptico ante los días que vendrán.
Sobre estos y tantos temas sobre Roma y los romanos profundiza el autor en el décimo título de su saga, Historia de Roma contada para escépticos, el tema que más le interesa «sin duda alguna» de todos los que ha escrito para escépticos. Explica que sus viajes siempre están en torno a lugares clave para el imperio. «Tarde o temprano tenía que hacer este libro», relata el autor, que se considera el primer escéptico de esos que ya son legión y le acompañan título tras título.
El primer desafío para el jienense, templado ya en tantas batallas con la pluma y con la Historia, fue condensar 10 siglos de Roma y de romanos en 450 páginas y siempre sin perder de vista el rigor histórico y la función de entretener que tienen sus libros. «Roma son mil años de Historia si contamos solo el Imperio de Occidente, le he tenido que dar muchas vueltas, pero creo que lo he conseguido», indica.
La cruel esclavitud
Pese a la admiración que Eslava Galán profesa a la civilización originaria de Occidente, asevera que los romanos fueron crueles, tanto que su orden social y económico estaba basado en la esclavitud. Los servii llegaron a superar el 20 por ciento de la población. «En un momento en el que la población itálica se cifraba en unos seis millones de personas, uno de cuatro habitantes era esclavo», relata. En un principio, de hecho, no eran ni considerados personas -eran cosas- y no tenían derechos ni propiedades, ni se podían casar. Ni siquiera tenían nombre, ya que se asociaba al de su dueño o, simplemente se le denominaba puer (niño). «Curiosamente, en las plantaciones algodoneras de los estados esclavistas de Estados Unidos, el esclavo era también un boy (chico, muchacho), independientemente de la edad».
El escritor insiste en ese manido concepto que tanto se trae a la actualidad como es el revisionismo histórico e insiste en lo que cualquier cabeza sensata consiente, que no se puede mirar al pasado con los ojos del presente. «Entonces se aceptaba que la fuerza de trabajo más barata que podías tener era un esclavo. Había propietarios que tenían 20.000 esclavos. Por otra parte, en su época de esplendor, al conquistar países nuevos hacían muchos esclavos. Ha habido esclavitud en Occidente hasta muy avanzado el siglo XIX. La reina María Cristina era la mayor propietaria de esclavos de Cuba», explica el escritor ante una nutrida representación de comida italiana, que no romana.
«Si hoy tuviéramos que comer lo que comían los primeros romanos nos daría asco. Ellos se alimentaban básicamente de una especie de gachas, que diríamos hoy». Pero las fueron enriqueciendo hasta degustar platos que sonarían tan a vanguardia como las lenguas de colibrí, «no sabían a nada, pero se parece a las extravagancias que también hacemos ahora, como poner oro a las bebidas».
Incrédulos
Quienes no se creen las versiones oficiales de la Historia no andan desencaminados para Eslava Galán. «La Historia es, por una parte, ciencia y, por otra, arte y cada generación la manipula a su manera. Cada nueva generación de historiadores le enmienda la plana a la anterior, que fue la de sus maestros y al maestro puñalada, que dice el refrán castellano seco y corto. En lo que atañe a la Historia antigua, hay que tener en cuenta que la arqueología está modificando la historia, está aportando mucho. Los documentos de cada época ya nacen falsos porque están manipulados por quien los escribe. La arqueología, sin embargo, está dando una imagen muy matizada de cómo fueron las cosas en Roma», ahonda. En el afán de traer el pasado al presente, asevera el escritor, «imagínate si dentro de 200 años alguien escribe una tesis doctoral sobre el precio de la vivienda en España a principios del siglo XXI, pues bien, los documentos notariales serán falsos porque no se pone el precio verdadero», explica.
¿Y las pasiones? ¡Ay, las pasiones! Sin ellas no se entendería Roma -ni, probablemente, cualquier civilización- porque estas modifican la Historia tanto o más que los tratados políticos.
¿Qué hubiera sido del Imperio de no haber existido el triángulo amoroso entre Julio César, Cleopatra y Marco Aurelio? Jamás se podrá saber en una cultura en la que la mujer, sobre todo con dinero, alcanzó altas cotas de libertad.
Pero, si algo hay que tomar con cierto escepticismo, o distancia, es la imagen que el cine ha aportado sobre la vida de los romanos. Porque de Kirk Douglas a Russell Crowe, los gladiadores puede que no encajaran en ese prototípico perfil. «El cine es espectáculo y siempre ha tendido a reflejar una imagen deformada de Roma, la Roma de los césares, la más decadente, la de los banquetes y las orgías y esos combates bárbaros de los gladiadores que no siempre fueron así», concreta el escritor.
Tan cruel como esplendorosa, la civilización romana está en el adn de lo que hoy somos. Conocerla a fondo, con escepticismo o sin él, puede dar una pista a la clásica pregunda de de dónde venimos.