Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


El muro

09/01/2024

De todos los conceptos terribles y denigrantes manejados desde el gobierno, para mí ha pasado a ser el más importante, en primera línea de depravación, el de levantar un muro entre españoles.
Polaridad, cancelación, mal uso de impuestos, de subvenciones, indultos, amnistía… son llamadas a la vergüenza, pero aún es más importante aplicar a la política el concepto del muro.
Lo que recoge con ese título la canción de los Pink Floyd es terrorífico. A los alumnos de una escuela de rígidos muros se les prohíbe cualquier sarcasmo, porque el aula debe ser un lugar oscuro donde el director es solo uno de tantos ladrillos que forman pared. 
En el centro se veja a los alumnos con el ritual victoriano de los azotes. Las filas de alumnos que van obedientes a caer en la máquina de picar carne acuden cantando: «necesitamos control de pensamiento».
Se pretende alcanzar lo identitario, la mal llamada identidad, el uniformismo en el pensamiento del alumnado, la anulación de su personalidad, la mecanización y absoluto control de los jóvenes. La riqueza de la koiné, lengua común, se convierte en cárcel de lo identitario. 
Es la cínica respuesta que Lenin decía a un militante socialista español, Fernando de los Ríos: «Libertad ¿para qué?». Primero se cancela al individuo en su originalidad y se acaba encerrándolo tras el muro. Ni siquiera el aislamiento encierra en una parte a los progresistas y en la otra a la derecha en manos de la extrema derecha, sino que el muro va contra todos, si quieres entrar como he escuchado, tiro en el pecho y si pretendes salir, tiro en la espalda.
El muro fue sociológicamente tan terrible que Marshall MacLuhan publicó como no pretendida respuesta, El aula sin muros, un canto a la educación en libertad.
Y la canción termina con la sublevación de los alumnos en la escuela, persiguiendo a los profesores y quemando los muebles en el patio escolar. La película de 1982 aún es más terrible porque el único final posible como solución posible es la drogadicción del alumnado. La naranja mecánica de Kubrick.
¡Y luego nos quejamos del muro de Berlín o de la extensión del fentanilo!