Se anunció que iban a suprimir dos pasos de nivel en Alar del Rey, para pasar sin mirar a uno y otro lado, ante un tren amenazante, como en los dibujos animados. Tragedia sucedida más de una vez y que se podría repetir. La tecnología evoluciona, normalmente para mejorar nuestras vidas -aunque no siempre, véanse ciertas aplicaciones informáticas que nos encadenan con nuevas obligaciones o las armas atómicas-.
El Geoparque Mundial de las Loras, reconocido incluso como patrimonio a conservar por la Unesco, también reclama nuestra mirada. Allá, la ermita rupestre de Olleros superó en un año más de diez mil visitantes. Más evoluciona la sociedad tecnológica, más nos atrae la naturaleza y lo primitivo. Esa iglesia dedicada a los santos Justo y Pastor, en la Montaña Palentina, se ha convertido en lugar deseable para bodas singulares, bautizos y comuniones. Dentro de los templos rupestres católicos de España, es el más grande y mejor conservado, con el culto vivo, sin devenir gris museo. Hubo tiempos en que la fe y el brío de los castellanos inducía a grandes esfuerzos, como horadar la roca con simples picos y palas, imitando el estilo románico. Esta catedral de piedra, según algunos la consideran, con cercana necrópolis de antropomórficos sepulcros, a muchos ha provocado, al sentarse acogidos bajo su sombra, la paz anhelada, que muchas veces llega solo cuando apagamos el barullo del exterior y escuchamos la Voz en nuestro interior. La tecnología nos envuelve con ruido extremo de imágenes y eventos, ya en el bolsillo, en el ordenador del móvil, que desordena nuestra alma con mil zarandajas.
Cada solsticio de verano, el 22 de junio, un rayo de sol entra en la ermita y llega al altar, acariciando el momento sagrado, tal vez consagrado por los sacerdotes que celebran la eucaristía, desde el Medioevo, justo envolviendo las reliquias de San Justo y también de San Pastor entre frescos y pinturas ancestrales le dan un sabor especial, algo oriental. Cerca está la fascinante Cueva de Olleros, a pocos pasos, con varias galerías subterráneas. Así, hoy, los ciberviajeros nos adentramos en el subsuelo, los cavernícolas retornan en nosotros.