Mikel Garciandía

Carta del obispo

Mikel Garciandía

La Carta del obispo de Palencia


Catedral de puertas abiertas

16/06/2024

Queridos lectores, paz y bien. Hoy domingo, nuestra estupenda catedral permanecerá abierta al público a lo largo de todo el día en el contexto de la campaña de puertas abiertas que instituciones como la Diputación y la Junta de Castilla y León organizan por estas fechas. Es esta una buena iniciativa para que toda la ciudadanía aprecie y se adentre, no sólo en la historia de la Iglesia Católica, sino también en lo que consiste Occidente.

La identidad genuina de Europa va ligada a la respuesta que esta ha ido dando a las distintas encrucijadas que se le han ido presentando en los últimos dos mil años: vacceos y romanos, arrianos o católicos, Islam o Cristianismo, cátaros o católicos, Reforma Protestante o Contrarreforma... Se trata de cruces de caminos que, como tales, han requerido una respuesta cultural genuina e iluminadora. Nuestra identidad colectiva es indescifrable si no vemos que nuestros templos son una catequesis visual, una traducción estética del Evangelio de Jesús de Nazaret.

Bajar a la cripta, pasear por las naves o entrar en las capillas de nuestra catedral posibilita, libera nuestros ojos y nuestro corazón para contactar con el fondo de nuestra alma. En una época donde el arte cristiano es cada vez más desconocido en su contenido e intencionalidad, urge decodificarlo para sintonizar con los artistas y creadores de los siglos pasados. No para imitarlos y caer en un restauracionismo trasnochado, sino para recoger y recrear la herencia que a su vez ellos interpretaron con los cánones y mentalidad de aquellos siglos.

En efecto, la catedral nos vincula con la tardo-antigüedad, la edad media y la edad moderna, y nos provoca para que hagamos una nueva síntesis. Los jóvenes tienen un código cultural diverso, lo que no significa que sea un código incompatible con la levadura nueva que trae el Salvador. 

Invito a todos a aprender a mirar las imágenes que se ciernen ante nosotros en la luz tenue de nuestro precioso templo, y hacerlo de una manera cálida y amorosa. Aquellos artistas pensaban en sus sucesores, que somos nosotros, y soñaron con transmitirnos la fe, la pasión, la alegría que el Artista Supremo les regalaba a ellos a manos llenas.

Afirma el Cardenal Tolentino que «el arte es la declinación de una misteriosa real presencia: las imágenes son un medio necesario de conocimiento intelectual, sensorial, sapiencial, emotivo, sinestésico». Como si tuvieran vida propia, cuerpo propio, nos invitan a que las contemplemos con la atención y delicadeza con las que el artista las plasmó. 

Sólo el pueblo puede preservar su patrimonio material e inmaterial. Cualquier rincón humilde de nuestra ciudad, o cualquier iglesia, monasterio, capilla de nuestra diócesis clama buscando miradas admiradas y serenas, para devolvernos multiplicada esa luz y belleza que trasciende al tiempo.

La poeta y ensayista rumana, Ana Blandiana, premio Princesa de Asturias 2024, afirma lo siguiente: «vivimos tiempos en los que a los jóvenes no se les enseña, sino que se los halaga; en los que la historia se ignora -cuando no se reescribe-, en los que, al carecer de términos de comparación, no tienen forma de entender el presente. La culpa no es de ellos, sino de quienes los preparan para una globalización manipuladora. El estudio y el compromiso con la historia me parecen la única manera de que comprendan el presente».

No se trata de denigrar la globalización, puesto que el cristianismo justamente trae una universalidad, una catolicidad que quiere convertir a todos los pueblos en hermanos. Nuestro patrimonio religioso quiere entrar en el debate sobre quiénes somos, y quiénes queremos ser. Nuestro presente es la resultante de nuestro origen, y de cómo nuestra libertad va recreando el legado recibido. Nuestro patrimonio artístico es un gran libro que pide ser permanentemente reinterpretado. Jesucristo no marca a sus discípulos adónde tienen que ir. Simplemente les responde: «venid y lo veréis, "la verdad os hará libres».

La pelota está en el tejado del año 2024. Nuestros antepasados ya dieron su respuesta. Ahora nos toca a nosotros, en un contexto de pluralismo y fragilidad, dar la nuestra. Ojalá que caminar entre los muros de nuestros templos nos resulte inspirador. El Cielo baja al suelo, y la Eternidad acaricia el tiempo, cuando nos movemos en el espacio sagrado que acoge a la comunidad en su tránsito hacia Jerusalén. 

El corazón humano no cambia, cambian los estímulos, los retos, los desafíos. Y la respuesta anida y está germinando en nosotros. Un buen plan de domingo traspasar el umbral del tiempo y paladear las delicias de Dios.