De nada sirvió el título de 2021 cuando un año después Italia volvía a quedar fuera de un Mundial. El segundo consecutivo. La 'azzurra' necesitaba reinventarse, mezclar los viejos valores con el talento de las nuevas generaciones. Hacía falta mano dura y un talante autoritario en un 'calcio' que amenazaba con ablandarse demasiado víctima del 'neofútbol' y sus nuevos códigos: Italia siempre tuvo los suyos propios.
De repente, la Federación Italiana encontró abierta la 'vía Spalletti': el técnico que acababa de obrar el 'milagro' del Nápoles (conquistando la Serie A 22/23) dejaba el club sureño por desavenencias con la directiva. Su enorme talento táctico y su capacidad organizativa (gestión de egos y vestuarios) quedaban libres al servicio de la 'nazionale'. Sobre lo primero, Luciano Spalletti es uno de los 'revolucionarios' del 'calcio':pretende alejarlo de los viejos cánones (catenaccio, partidos cerrados) sin perder la esencia del futbolista italiano:competitivo, duro, solidario en torno al equipo. «Lo importante es jugar bien», es su frase-guía. En su estreno ante Albania, tocaron, tocaron y tocaron hasta tener el 70 por ciento de posesión y llevarse el 2-1 definitivo.
Sobre lo segundo (su fama de 'sargento de hierro'), el técnico ha impuesto un código interno estricto en la concentración transalpina. «No quiero idiotas», asegura en referencia a futbolistas que viven con la mirada eternamente perdida en una pantalla de móvil o una videoconsola. Solo se pueden utilizar los teléfonos antes del almuerzo y de la cena, se han prohibido las consolas en las habitaciones... y se ha instalado una habitación de juegos para que los futbolistas «jueguen juntos». El «entrenamiento invisible» del que hablaba Caparrós.