Luis Soler y su mujer Andrea, de 34 y 32 años, estuvieron a punto de morir el pasado martes en Paiporta cuando un «puto río» de agua y lodo arrasó la localidad de Valencia pero su pericia, la heroica actuación de un vecino y una buena dosis de suerte les permitió sobrevivir. «Asumí que íbamos a morir», admite. Eso sí, sobrevivieron en un caos del que denuncian que nadie les avisó. Algunas de las personas con las que se cruzaron en esa dramática media hora no pueden contarlo, lamentan mientras Luis relata cómo fueron esos 30 minutos de terror.
Ahora no quiere bajar a la calle: «No quiero ver cadáveres. Vivimos en una zona de obra nueva donde hay varios fosos. Supongo que mi coche está en uno de ellos pero ahí debe haber también personas. Nosotros hemos vuelto a nacer. Nos tocaba salvarnos. Nadie nos avisó ni nos dijo nada. Esto se podía haber evitado», asegura.
A Luis le operaron de la espalda hace un mes. «Hace una semana ni podía caminar. Ahora mismo no sé cómo pude subirme a un coche, a unos palés, saltar o aguantar esa corriente. No sé de dónde saqué la fuerza», reflexiona. A mitad de tarde, en el grupo de Whatsapp de la comunidad de vecinos dijo que convendría sacar los coches del sótano por si entraba agua. Él, en chanclas porque no podía conducir, acompañó a su mujer.
La crecida, explica, fue cosa de pocos minutos. «Cuando nos asomamos al balcón no había nada de agua, ni cuando entramos a sacar el coche, pero al abrir la puerta para sacarlo vimos que había ya un río de un palmo. Pusimos el freno de mano y nos bajamos».
Ya solo pudieron abrir la puerta del conductor porque la del copiloto estaba bloqueada. «Eran las 19.21 horas. Lo sé porque le envié una foto a mi padre», apunta. «Al bajar ya nos llegaba por la cintura. No sabíamos qué hacer, teníamos nuestra casa a 20 metros pero vimos a gente que ya se caía por la fuerza del agua y decidimos subirnos al capó. Primero subió mi mujer, luego iba yo y pasó un hombre, que venía arrastrado por la corriente desde no sé dónde. Me agarró del pie, lo intenté aguantar y subirlo al coche pero se me llevó el pantalón, me desnudó y desapareció. Ese hombre está muerto, seguro. No se me olvida su cara», declara.
La fuerza del agua levantó el coche con ellos arriba y les arrastró. Al entender que no podían controlar hacia dónde iban y que era muy inestable decidieron saltar.
«Conseguimos agarrarnos a unos palés que había en una obra cercana. No eran de madera, sino de cemento. Pesarían dos o tres toneladas. El agua movía los coches como si fueran de juguete». En ese momento sonó su teléfono. Era su padre, alarmado por las noticias que empezaban a circular. «Le dije que estaba bien porque no quería decirle adiós, no quería despedirme así, pero cuando vimos que los palés empezaban a moverse, nosotros sí nos despedimos, pensamos que íbamos a morir», confiesa.
Un ángel de la guarda
Con un agua que estiman había crecido ya hasta los dos metros, los palés empezaron a moverse y decidieron abandonar esa ubicación. «Le dije a Andrea: 'cuando veamos que se mueven mucho, saltamos y tratamos de agarrarnos a algo más adelante'». «Cuando saltamos, el agua nos hundió, tragué agua y barro y al levantar la cabeza no vi a Andrea. De potra, me di contra una señal en la que se había empotrado un coche. Andrea estaba allí porque un hombre le había agarrado por la cintura. Ese hombre salió del abrigo del coche y la salvó. «Se nos ocurrió cruzar la carretera, que es de doble sentido, andando, abrazados en cadena y contra la corriente. Llegamos a la puerta de otra comunidad y, de nuevo este hombre que venía con nosotros nos salvó. Se tiró al agua y se puso a intentar abrirla. Nosotros le gritábamos que la rompiera o que hiciera lo que pudiera. Sin él habríamos muerto», relata ahora desde su casa.
La tragedia tiene centenares de historias de superviviencia que van desde la de Luis a la de otro hombre que estuvo cuatro horas en un árbol al rescate de un niño de seis años. Sin embargo otros muchos no lo podrán contar, como sucedió en un garaje del barrio valenciano de La Torre. De allí fueron rescatados los cadáveres de ocho vecinos hallados sin vida en el subterráneo. Todos ellos acudieron a rescatar sus vehículos del primer sótano cuando la tromba de agua reventó la puerta y avanzó inmisericorde. Rubén, policía local de Valencia, un matrimonio de origen rumano, junto a su hija de 28 años, una pareja joven que vivía cerca; María, una vecina que fue engullida por la corriente... No tuvieron la suerte de poder contarlo.