Al impostado acontecimiento nupcial entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, la izquierda centenaria y la izquierda balcanizada en quince grupos más, le faltó música de violines. Pero no es precisamente una apacible música de acompañamiento lo que convenía a esta presentación en sociedad del pacto sobre el que Sánchez y Díaz quieren cimentar la ecuación de poder que les permita seguir pisando moqueta.
Si se trata de anticipar esa ecuación, la banda sonora debería ser la que también sirviera para ilustrar musicalmente "El castillo de Otranto", novela ambientada en la Italia medieval, precursora del llamado "terror gótico". Porque algo así es la resultante de cruzar las buenas intenciones sociales de con los malintencionados objetivos de la parte identitaria de la coalición. Por un lado, lo social, pregonado por los costaleros de la izquierda. Y por otro, lo identitario, pregonado por minorías territoriales cuya misión en la vida es reventar el vigente orden constitucional y fundar un Estado propio. Con una salvedad: para construir la ecuación (Frankenstein, lo llaman), el componente decisivo es el segundo, el identitario.
Sin el consentimiento de los independentistas y, por afinar, sin la entrada en la ecuación de los diputados que pastorea Puigdemont desde su dorado burladero de Waterloo, la teatralizada prórroga de la coalición PSOE-Sumar (martes pasado, Museo Reina Sofía), no irá a ninguna parte, será la bengala de un náufrago (Sánchez). O dos (Sánchez y Yolanda).
Ahí estamos, a la espera de que haya acuerdo en los tratos secretos del Gobierno en funciones con Puigdemont, líder fáctico de Junts, sobre una eventual amnistía a los encausados por los hechos delictivos de octubre de 2017. Porque si no lo hay en los próximos treinta días, la repetición de elecciones sería automática en Cataluña y la declaración de intenciones de la izquierda para una nueva legislatura en el poder se quedaría en agua de borrajas.
Y no es que suene mal esa declaración de intenciones. Al contrario, me parecen justas y necesarias las medidas propuestas, como la reducción de la jornada laboral, más impuestos a los ricos, reducción de las listas de espera en la sanidad pública, medidas ecológicas respecto a los viajes por avión de vuelo corto, etc.
Pero insisto, hay demasiada bruma en el horizonte inmediato. A falta de lo que diga Puigdemont sobre la amnistía, sin conocer la letra pequeña de los acuerdos PSOE-Sumar y habida cuenta que el PSOE viene con el sambenito de sus incumplimientos electorales, me parece que lo mejor es esperar a que todas esas medias de la izquierda estén en el BOE. Ahora es hablar por hablar tomarse en serio lo de la reducción de la jornada laboral, por ejemplo, que no ha caído bien en medios empresariales por aquello de que se resentirían la productividad y el empleo.