Este miércoles se cumplió el décimo aniversario de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa. La salvajada fue calificada de "crimen de Estado" por Andrés Manuel López Obrador. Aunque llegó a la presidencia de Mexico cuatro años después (concretamente el 1 de diciembre de 2018), prometió esclarecer la masacre.
Su mandato ha terminado y las familias siguen sin saber lo que pasó. Pero a este señor la impunidad, que es marca de la casa en ese país, donde las tramas de la droga se superponen a las estructuras oficiales, le resulta intolerable respecto a lo ocurrido hace más de quinientos años. Y de ahí la carta que dirigió en 2019 a Felipe VI, exigiendo que pidiera perdón por los abusos cometidos durante la conquista española contra los pueblos indígenas. Viene a ser como si los españoles reclamásemos al Estado italiano el oro que los romanos robaron de las Médulas (hoy territorio leonés) a los pueblos que habitaban en la península.
La carta nunca tuvo respuesta por parte del Palacio de la Zarzuela. Y el silencio irritó hasta tal punto a Obrador que lo interpretó como una forma de arrogancia por parte de España, contagiando a su compañera de partido, la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum. De ahí que el Rey de España no haya sido invitado a la toma de posesión de Sheinbaum, que se llevará a cabo el martes que viene. Y de ahí que Pedro Sánchez haya decidido no enviar a ningún representante del Gobierno. Si no va el Rey, que es al que le toca, no va nadie, Bien hecho, Hasta el líder del PP, Núñez Feijóo, ha aplaudido la decisión.
El culebrón da para afear a Obrador y a su sucesora el sesgo populista del desplante al Rey y hacer conjeturas sobre un eventual conflicto diplomático -no parece que sea el caso- con un país en el que viven unas 150.000 personas con doble nacionalidad y operan más de 6.500 empresas españolas. Pero también da para que el presidente de Castilla-La Mancha, García Page, que ha recordado una vieja conversación con López Obrador, en la que éste confesó su odio a España y su desdén por la tierra cántabra de su abuelo.
Eso lo explica todo. Y justifica la acertada reacción española: un piadoso silencio de Felipe VI y la ausencia de representación oficial en la toma de posesión del martes que viene, no desmentida por la asistencia de Gerardo Pisarello (uno de los cuatro secretarios de la Mesa del congreso) y algún otro aliado de Sánchez en nombre de la versión más rancia de nuestra izquierda "plurinacional" española.
Cuando digo que no podía haber mejor respuesta a la carta de Obrador que el piadoso silencio, hijo del sonrojo y la vergüenza ajena, me refiero a la cara de póquer que ponemos ante un idiota ¿Qué podríamos responder a quien te pide un pronunciamiento sobre el alma de los crustáceos?