Cualquier momento es bueno para dar un paseo siguiendo el curso del Pisuerga desde la Cueva Cobre. Ahora que tanto se prodiga el senderismo, ejercitarse siguiendo la trayectoria de este río español, afluente del Duero, que nace en la Pernía y llega hasta Geria, en la provincia de Valladolid, es un placer para los sentidos, sobremanera en los primeros kilómetros, bajo la batuta del valle encantado de los Redondos. Lo es de manera especial para los pernianos, cuyos ríos de Lores, Areños y Castillería contribuyen a engordar su caudal. Y lo es, de igual modo, para muchos rincones palentinos que llevan sus ríos como afluentes del Pisuerga: Resoba, Rivera, Vahillo, Camesa, Ritobas, Monegro, Sauquillo, Burejo, Valdavia, Vallarna, Odra, Arlanza, Carrión y Esgueva.
Doscientos ochenta y tres kilómetros de recorrido, marcando en muchos tramos la frontera con Burgos, desviándose en Alar para alimentar el Canal de Castilla, sin olvidar los dos grandes embalses que le preceden: el de Requejada y el de Aguilar de Campoo.
Pero vuelvo al inicio, a la sensación de seguirlo en los primeros kilómetros, tal y como hizo José Luis Estalayo, mi compañero en los reportajes del Diario. ¿Sabes lo que es caminar por la vereda del río Pisuerga, casi en su nacimiento, con sus aguas prístinas y relucientes, bajo la sombra de los frondosos árboles? Recibiendo a cada paso el sonido del agua cristalina, que interpreta cual humano emocionado este paisano de Tremaya. Por momentos el río guarda silencio para salir airoso unos metros más adelante, como si lo estuvieras persiguiendo, como se desconocieras esa canción repetida hasta la saciedad. Paco Vighi, ya retrataba esa estampa en uno de sus libros:
«Siempre hay aquí rumor de panderetas,/ y llega hasta el camino algún cantar/ mientras pasan chirriando las carretas/ de Potes, de Cervera, de Aguilar.
Y nuestro poeta Gabriel González, el «dios de la Pernía»: «Y es que es bonito navegar/ entre el Pisuerga y el Carrión,/ viendo la tierra sucumbir,/ a impulsos suaves de azadón...»