Desde que en 1776 Adam Smith publicara La Riqueza de las Naciones, los grandes economistas se han hecho las mismas preguntas: ¿De qué depende la riqueza de un país? ¿Por qué hay países pobres y ricos? ¿Puede un país pasar de pobre a rico? Hubo un tiempo en que se creía que la riqueza de un país dependía del oro que pudiera acumular, de ahí la obsesión de las potencias coloniales de enviar galeones al nuevo mundo y traerlos tan cargados de oro que al primer temporal sufrido en la travesía se hundían del peso que traían. Pero el tiempo demostró que esos países expoliadores no eran más ricos; que al haber más dinero en circulación y la misma oferta de bienes, el único efecto provocado era un aumento de precios, es decir, inflación. Baste recordar lo sucedido en España en los siglos XV y XVI. Entonces, si no es del dinero en circulación ¿de qué depende la riqueza de un territorio? Pues de su capacidad de producir bienes y servicios, de forma que cuanto mayor sea su Producto Interior Bruto, mayor será su riqueza. Por eso, si queremos saber cuánto de ricas son Castilla y León o Palencia, la respuesta nos la dará su PIB. Según el INE, el PIB castellano y leonés en 1980 era 942.224 millones de las antiguas pesetas, el 6,2% del PIB de España. Hoy asciende a 64.226 millones de euros, y sólo supone el 4,8% del total nacional. Es decir, somos mucho más pobres en términos relativos. De hecho, somos la región a la que peor le ha ido desde que existe el Estado de las Autonomías. ¿Y Palencia? Pues en 1980 su PIB era 81.012 millones de pesetas, el 8,6% del PIB castellano y leonés, y hoy son 4.303 millones de euros, el 7,3% del PIB regional. Es la provincia que más se ha empobrecido dentro de la comunidad autónoma que, a su vez, más se ha empobrecido de toda España. Desolador. ¿Que cómo revertir la situación? Pues haciendo que la capital vuelva a crear riqueza y a generar empleo, y eso sólo se logrará si el Ayuntamiento consigue de otras Administraciones grandes inversiones que transformen la ciudad. El mejor ejemplo, no el único, sería el ansiado soterramiento. Lo malo es que no parece que Miriam Andrés esté por plantar cara a Óscar Puente, su compañero de partido y ministro de Fomento, y exigirle con contundencia que Adif rectifique su planteamiento al respecto. Mal asunto, porque tibieza rima con pobreza.