Antonio Álamo

Antonio Álamo


Dudas

03/10/2024

A simple vista eso de tener dudas no está mal porque ayuda a mirar cualquier asunto con más detenimiento porque a veces ni el negro es negro del todo ni el blanco es blanco del todo. Un buen ejemplo se encuentra en la pintura y en las diferentes tonalidades que muestra un color intermedio entre ambos: el gris. Los hay más claros, Gris de Davy, y más oscuros, Gris de Payne, pero también figura en los catálogos otro tono cuyo nombre, Gris de Payne azulado, es toda una declaración de resultados ¿Su utilidad? Pues depende porque en el fondo constituye una opción más dentro de una paleta y la cuestión reside en su utilización, solo o mezclado con otro, o su descarte. Pero saber que está ahí es mejor que desconocer su existencia.
Con la realidad ocurre lo mismo y todo indica que siempre será mejor estar al corriente de lo que nos rodea que vivir en la ignorancia, en los mundos de Yupi, levitando como el tren Maglev o caminando sobre las aguas. En estos momentos tenemos en el catálogo media docena larga de contiendas bélicas, tres o cuatro problemas internacionales de difícil resolución y dos o tres asuntos de orden interno que aunque requieren respuestas inmediatas quizá nunca las reciba la ciudadanía. Hay guerras en Ucrania, Etiopía, Yemen, Siria, Congo, región del Sahel y desde hace unos días un conflicto en Oriente Medio de magnitud desconocida con Israel, Hezbolá e Irán como actores principales.
Del papel de la ONU, décadas ya en estado comatoso, mejor no hablar; de las fórmulas para solucionar los problemas derivados de la inmigración, lo mismo de lo mismo, y de la xenofobia creciente poco añadirse. Y de los asuntos de orden interno, mejor ni tocarlo. Sin ir más lejos, Alvise… qué decir de su pequeño sacrificio moral. Y de los besitos entre un monarca y una actriz y del papel que jugaron todos quienes silenciaron e impidieron lo que ahora ha aparecido en una revista holandesa tampoco se puede decir gran cosa salvo recurrir al humor o a la tragicomedia y apostillar que puestos a canonizar a Isabel la Católica casi sería mejor beatificar a quienes tapándolo dieron a la sociedad española un ejemplo inolvidable de discreción, sentido de Estado y compostura en esta pequeña historia de corazones locos.