La gota fría que asoló el pasado martes Valencia tuvo entre sus peores efectos el desbordamiento del Barranco del Poyo, que casi nunca tiene caudal y que aquella tarde bajaba con casi cinco veces más de agua que en cualquier otra gran riada anterior de la que se tenga constancia. En su pico más alto se llegaron a registrar exactamente 2.228,904 metros cúbicos por segundo en el caudalímetro de Riba-roja de Túria, una cantidad que los expertos comparan con lo que lleva el Ebro a su paso por Tortosa.
Se trata de una rambla típica de «crecida relámpago» que los expertos estudian como un caso paradigmático de peligro potencial y que en este episodio ha confirmado esos estudios, como muestra la rotura del puente que une Torrent y Valencia.
El arroyo está formado antes de llegar a la localidad de Cheste por la unión de otros tres cauces, el Grande, la Cueva Morica y el de Chiva. Cuenta, además, con una superficie de 462 kilómetros cuadrados y desemboca en La Albufera, tras combinar tramos de barranco natural, otros donde desaparece y un final encauzado.
«En el mapa de peligrosidad de 1996, antes de los estudios para el Patricova, ya lo teníamos detectado. Es un barranco típico de crecida relámpago», según sostuvo Félix Francés, catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia y director del Instituto Universitario de Investigación de Ingeniería de Agua y Medio Ambiente.
«En su cruce con la A-3, el cauce es de 100 metros de ancho por cuatro, seis u ocho de alto. A partir de la A-3 desaparece y entra en el Llano de Quart, para volver aparecer en Torrent, desde donde va encauzado hasta La Albufera pero con un cauce muy limitado», añadió.
La fuerza del agua que bajaba por la rambla acabó por derribar varias columnas de uno de los puentes que une Torrent con Valencia, lo que provocó el derrumbe de los dos carriles de uno de los dos sentidos de la instalación pero también dañó otras instalaciones similares menores.
En la desaparición natural del cauce en el Llano de Torrent los daños del agua se extendieron. «Imagínate 1.000 metros cúbicos por segundo de agua corriendo libres», subrayó el profesor.
El término de crecida relámpago, apuntó, hace referencia a la «velocidad de respuesta de la cuenca» que habitualmente va siempre seca pero que tiene un alto potencial de daños muy importante.
«Cuando evaluamos el riesgo para el Patricova (el Plan de Acción Territorial de carácter sectorial sobre prevención del Riesgo de Inundación en la Comunidad Valenciana de 2003) era de los más altos, solo por detrás del Segura, del Júcar o del Barranco Seco de Castellón, pero ahí la Confederación Hidrográfica del Júcar estuvo rápida e hizo actuaciones importantes», valoró.
«En 2007 realizamos un plan de gestión del riesgo con la CHJ y nos salía 15 millones de euros al año y las planificaciones de obras era de 150 millones por lo que solo en daños directos ya era rentables hacer las obras», según afirmó el experto.
Los daños potenciales que recogía el estudio eran fundamentalmente urbanos e industriales e incluían un riesgo para el aeropuerto de Manises. En este caso, los posibles efectos agrícolas adversos eran mucho menores.
Según Francés, más allá de su unión con el Barranco del Pozalet el Poyo es una cuenca independiente, por lo que todo el caudal que bajó era en principio de las lluvias caídas en las horas previas.
Arroyo efímero
«Hasta las 10,55 de la mañana del pasado martes no había pasado una gota de agua por ese tramo. Casi nunca lo hace. Es lo que se conoce como un arroyo efímero. Pero a las once en punto empezó un flujo imparable que a las 11,40 era ya de 264 metros cúbicos por segundo», concluyó Francés.