Hoy quiero rendir un cariñoso homenaje a mi padre, Emilio, porque tanto como ferroviario como por persona, fue un referente como la copa de un pino. Hijo y nieto de ferroviarios, ya desde niño ayudó en el trasiego de papeles al jefe de la estación de Quintana del Puente, pueblo en el que también su padre ejercía como ferroviario. Comenzó como factor, fue ascendiendo con sus correspondientes traslados y ya, con una familia formada, llegó hasta su jubilación, en Venta de Baños, y con el cargo de inspector principal honorario. Hoy, trasegando libros, me ha venido de nuevo a las manos uno magnífico que sobre Venta de Baños publicó mi amigo Fernando García Garrapucho y en el que dedica unas páginas a mi padre, y a mí. De nuevo, gracias, Fernandísimo, ya sabes que os quiero a toda la familia.Y aunque ya lo tenía releído, hoy quiero expandirlo. Cuando mi padre se jubiló se le tributa en Miranda de Ebro un merecidísimo homenaje, al que acudió toda la plana mayor de Renfe, aparte de todos nosotros, la familia: Almuerzo en Gran Hotel, Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, placas, flores, elogios y emoción a tope. Cuando cumplió cien años fue obsequiado con un magnífico reloj copia exacta del que figura en las estaciones, de pared, con cara a ambos lados, y que al ser pequeño decora mi casa. Y pliegos felicitantes de la jefatura principal de Renfe. Cuando cumplió101 años, nuevas y más efusivas enhorabuenas, nuevos pliegos ponderantes y nuevo reloj, éste de bolsillo y en solapa, precioso, copia exacta del que lució el Marqués de Salamanca y que muy orgullosa luzco yo en mis chaquetas. Todo ello, menos los relojes, es decir, felicitaciones, placas y cartas; lo tengo enmarcado y colgado por las paredes de mi casa. Magnífico escritor, fue colaborador en las revistas Vía Libre y La Asociación. Miembro de el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios en Ávila consiguió su divulgación que reportó grandes ventajas. Y como mi espacio me limita, termino con un soneto: «A TÍ---- Dulzura, valentía, inteligencia, /toda la dignidad hecha persona, como un juez que sentencia, o que perdona/ aunque era el perdonar, tu preferencia. / Amigo, confidente, compañero / la luz en mis momentos de quebranto, / el hombro que empapaba con mi llanto / templado con tu ánimo de acero./ El mérito que Dios te haya exigido /seguro que lo ha dado por cumplido / y reinas a su vera, y en su Gloria /. Y yo, si necesito un buen consejo / reclamo los consejos de mi viejo / que me los sigue dando tu memoria.